AND Editorial Semanal – Las matemáticas de la capitulación ante los milicos reaccionarios

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EDITORIAL AND

02 FEBRERO 2023

AND Editorial Semanal – Las matemáticas de la capitulación ante los milicos reaccionarios

Batallón de Choque frente al Palacio del Planalto. Foto: Amanda Perobelli/Reuters

Hubo mucho ruido cuando Luiz Inácio destituyó, el día 21, a unos 80 militares que servían en el Planalto y al entonces comandante del Ejército, Júlio César de Arruda, reemplazándolo por Tomás Miguel Ribeiro Paiva. Algunos, atónitos ante la creencia ciega en la “estabilidad” de la democracia burguesa y sus carcomidas instituciones en el país y que el imperialismo yanqui “no permitirá un golpe de Estado”, llegaron a proclamar que el efectivo “gobierno de Lula” había sido inaugurado allí, sin protección de las Fuerzas Armadas. Luiz Inácio proclamó que desconfiaba de las Fuerzas Armadas, que quería una Oficina de Seguridad Institucional (GSI) sin equipamiento militar y jugó con el público a que no aceptaría asistentes de órdenes militares (y poco después, tenerlos), en una puesta en escena de que no se sometería al “poder militar”, para tratar de restringir el margen de maniobra de los generales mediante el aislamiento de la opinión pública.

El día 31, “sorprendiendo” a un total de cero personas con conciencia política, Luiz Inácio nombró a 122 soldados para el GSI. La matemática es clara: en lugar de restringir la presencia de milicos y, por ende, su influencia en el gobierno, ¡el presidente de la república los aumentó! Inmediatamente, la prensa informó que el PT dio el aval del Ejército para impedir que la PM del Distrito Federal actuara, la noche del 8 de enero, contra el campamento, en el Cuartel General del Ejército. El episodio, que involucró maniobras con tanques de la fuerza armada para disuadir al PM, fue aprobado por Luiz Inácio, ante la presión de los generales. Como se sabe, esta maniobra se realizó para que los oficiales activos y de reserva y sus familias pudieran salir del campamento y no ser detenidos.

Ahora, ¿qué revela eso? Que la puesta en escena de un Luiz Inácio fortalecido, que pasa y pasa con los militares, duró menos que una pompa de jabón, ya que la supuesta fuerza atribuida al gobierno es una quimera, una ilusión. Los oportunistas y liberales no exageran que la defensa de esta democracia burguesa corrupta y permisiva con todo tipo de violencia contra el pueblo no les conmueve a ellos, al contrario, les provoca asco y, sobre todo, desconfianza e ira. Fingen no saber, pero saben muy bien que en política la fuerza efectiva son las masas, y no las notas de entidades y cargos, inocuas cuando no tienen apoyo material. Pero quieren creer esto y tratar de engañar a las masas para que también crean esta fantasía.

Mientras el gobierno intenta restringir el movimiento golpista con acuerdos de gabinete y pronunciamientos grandilocuentes sobre la “democracia” –que, desconocida para las amplias masas en su vida cotidiana–, sólo se vuelve inepto, mientras que la verdadera fuerza se encuentra cada vez más en los generales ( hoy, las tropas y, ahora, están jugando a ganar a las masas, principalmente a la pequeña y mediana burguesía y apoyándose en los evangélicos bolsonaristas entre los pobres). El gobierno tiende a la capitulación; al fin y al cabo, ¿cómo no podría ser de otra manera, si desde las elecciones de 2018 guardan silencio frente a los constantes pronunciamientos golpistas de los militares? ¡Ni una sola crítica, solo apaciguamiento! Después de todo, ¿qué puede hacer el gobierno de la coalición reaccionaria, donde ejercen el poder la gran burguesía y los terratenientes sirvientes del imperialismo? ¡Si tuviera un mínimo de decencia, inmediatamente habría llamado a las masas a las calles en defensa de las libertades democráticas amenazadas!

Mientras tanto, indígenas son asesinados, como en el horrendo y criminal caso contra los yanomami, y los campesinos son asesinados sistemáticamente en su justa lucha por la tierra. En la mañana del 28 de enero, policías de Bope, de la Policía Militar de Rondônia, dispararon contra campesinos que subían a una lancha para cruzar un río; los militares arrestaron a dos jóvenes, los arrastraron a un lugar apartado, los torturaron, incluso le arrancaron la lengua a uno de ellos, y luego los ejecutaron a sangre fría. Los monopolios de la prensa, los ilustres políticos y las instituciones de Justicia, héroes de la defensa de esta democracia, callan por completo. Esto no tiene nada que ver con su democracia, ¿verdad?

También hay que decir que el cambio de generales al mando del Ejército, realizado por Luiz Inácio, no cambia nada en la naturaleza de la fuerza y ​​ni siquiera cambia sus intenciones golpistas, que son unanimidad entre los altos oficiales, cuya única divergencia importante es cuándo, en qué momento y situación culmina el golpe militar. Basta ver que el ahora elogiado como “comandante legalista”, Tomás Miguel Ribeiro Paiva, fue el mismo considerado protagonista en la redacción del tuit intimidatorio de Villas-Bôas, contra el HC de Luiz Inácio, en 2018 – un tuit que, por cierto, fue escrito por la ACFA para intervenir en la vida política nacional. Este es el “general legalista”, máxima garantía de la democracia en Brasil para el monopolio de la prensa y el oportunismo. ¡Qué malas sábanas los cubren!

La ACFA está calculando y reformulando cada día sus planes de intervención militar, buscando el momento oportuno para intervenir, fomentando pequeñas desestabilizaciones utilizando a las “gallinas verdes” como carne de cañón y, próximamente, firmando nuevos acuerdos con el Gobierno en los que sale reforzado sobre el papel. de Poder Moderador; Mientras tanto, busca ganarse el apoyo de su amo en el Norte y el apoyo de la opinión pública para tratar de aplastar el levantamiento del pueblo en el momento en que se levante con su justa ira.

Para frenar el golpe en marcha es imposible contar con la aristocracia oportunista, embriagada por décadas de cócteles en palacios del viejo Estado y expectativas de reinar por muchos más. Lo mínimo consecuente es apoyarse en las masas, movilizándolas por sus derechos mínimos pisoteados día a día, a través de huelgas, tomas de tierras, ocupación de universidades y escuelas, en un torrente de protestas y luchas revolucionarias; sin una gota de ilusión con la democracia de los ricos.


Editorial semanal – A matemática da capitulação frente aos milicos reaças

Redação de AND

02 Fevereiro 2023

Batalhão do Choque em frente ao palácio do planalto. Foto: Amanda Perobelli/Reuters

Muito barulho foi feito quando Luiz Inácio demitiu, no dia 21, cerca de 80 militares que serviam no Planalto e o então comandante do Exército, Júlio César de Arruda, substituindo-o por Tomás Miguel Ribeiro Paiva. Alguns, vertiginados pela crença cega na “estabilidade” da democracia burguesa e suas instituições carcomidas do País e de que o imperialismo ianque “não vai permitir um golpe”, chegaram a proclamar que inaugurava-se, ali, o efetivo “governo Lula”, sem tutela das Forças Armadas. Luiz Inácio proclamou que desconfiava das Forças Armadas, que queria um Gabinete de Segurança Institucional (GSI) sem aparelhamento de militares e fez joguinhos para a plateia de que não aceitaria ajudantes de ordens militares (para logo depois, tê-los), numa encenação de que não se submeteria ao “poder militar”, para tentar restringir a margem de manobra dos generais através de isolamento na opinião pública.

No dia 31, “surpreendendo” a um total de zero pessoas politicamente mais conscientes, Luiz Inácio nomeou 122 militares para o GSI. A matemática é clara: ao contrário de restringir a presença de milicos e, logo, sua influência no governo, o presidente da república as ampliou! Ato contínuo, a imprensa noticia que o petista deu aval para o Exército impedir a PM de Distrito Federal de atuar, na noite de 8 de janeiro, contra o acampamento, no Quartel General do Exército. O episódio, que envolveu manobras com tanques por parte da força armada para dissuadir a PM, foi aprovado por Luiz Inácio, diante das pressões dos generais. Como se sabe, essa manobra foi feita para que oficiais da ativa, da reserva e seus familiares pudessem sair do acampamento e não serem detidos.

Ora, o que isso revela? Que a encenação de um Luiz Inácio fortalecido, que faz e acontece com os militares, durou menos que uma bolha de sabão, uma vez que a pretensa força atribuída ao governo é uma quimera, ilusão. Os oportunistas e liberais não enxergam que a defesa dessa democracia burguesa corrupta e permissiva com todo tipo de violência contra o povo não o comove, ao contrário, provoca nele repulsa e, antes de tudo, desconfiança e raiva. Fingem não saber, mas sabem muito bem que em política a efetiva força são as massas, e não as notas de entidades e gabinetes, inócuas quando não têm respaldo material. Mas querem crer nisto e tentar enganar as massas a também acreditarem nesta fantasia.

Na medida que o governo tenta restringir o movimento golpista com acordos de gabinete e pronunciamentos grandiloquentes sobre a “democracia” – essa, desconhecida pelas grandes massas em sua vida diária –, só faz tornar-se inepto, enquanto a força real encontra-se crescentemente com os generais (hoje, as tropas e, agora, estão jogando para ganhar as massas, principalmente a pequena e média burguesias e contando com os evangélicos bolsonaristas no meio dos pobres). O governo tende à capitulação; afinal, como poderia ser doutro modo, se desde as eleições de 2018 fizeram silêncio em relação aos constantes pronunciamentos golpistas dos militares? Nem uma crítica sequer, só apaziguamento! Afinal, o que poderá fazer o governo da coalizão reacionária, onde exercem o poder os grandes burgueses e latifundiários serviçais do imperialismo? Se tivesse um mínimo de decência teria conclamado de imediato as massas às ruas em defesa das liberdades democráticas ameaçadas!

Enquanto isso, indígenas são mortos, como no caso horrendo e criminoso contra os yanomanis, e os camponeses são sistematicamente chacinados em sua justa luta pela terra. Na manhã do dia 28 de janeiro, policiais do Bope, da PM de Rondônia, atiraram em camponeses que subiam em um bote para atravessar um rio; os militares prenderam dois jovens, os arrastaram para lugar ermo, os torturaram, inclusive arrancando a língua de um deles, para logo executá-los a sangue frio. Os monopólios de imprensa, os ilustres políticos e instituições da Justiça, heróis da defesa desta democracia, fazem silêncio completo. Isto nada tem a ver com sua democracia, não é?

É preciso dizer ainda que a troca de generais no comando do Exército, feita por Luiz Inácio, não modifica absolutamente nada da natureza da força e, inclusive, não altera as suas pretensões golpistas, que são unanimidade entre o alto oficialato, cuja única divergência importante é quando, em qual momento e situação culminar o golpe militar de Estado. Basta ver que o agora louvado como “comandante legalista”, Tomás Miguel Ribeiro Paiva, foi o mesmo considerado como protagonista na redação do tuíte intimidatório de Villas-Bôas, contra o HC de Luiz Inácio, em 2018 – tuíte que, confessamente, foi escrito pelo ACFA para intervir na vida política nacional. Esse é o “general legalista”, o suprassumo da garantia da democracia no Brasil para o monopólio de imprensa e o oportunismo. Que maus lençóis lhes cobrem!

O ACFA está calculando e reformulando seus planos de intervenção militar todos os dias, procurando o timing para intervir, fomentando pequenas desestabilizações usando como bucha de canhão os “galinhas verdes” e, logo, firmando novos acordos com o governo em que sai fortalecido no papel de Poder Moderador; enquanto isso, vai buscando ganhar apoio do seu amo do Norte e respaldo na opinião pública para tentar esmagar o levantamento do povo no instante em que este se alce com sua justa ira.

Para deter o golpe em marcha, é impossível contar com a aristocracia oportunista, embriagada por décadas de convescotes em palacetes do velho Estado e de expectativas de reinarem por outras tantas. O mínimo consequente a fazer é apoiar-se nas massas, mobilizando-as por seus direitos mínimos pisoteados diuturnamente, através de greves, tomadas de terras, ocupação das universidades e escolas, numa torrente de protestos e lutas revolucionárias; sem uma gota de ilusão com a democracia dos ricaços.