AND Editorial semanal – Elección del desorden

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REDACCIÓN AND

11 de octubre de 2022

Editorial semanal: Elección del desorden

Ilustración viejo Estado en Ruinas. Foto: base de datos AND

El resultado del primer turno de las urnas confirmó dos verdades: una, la desmoralización completa a que llegó a la farsa electoral con su falsa polarización, donde aquellos que votan lo hacen por la razón de no permitir que el otro competidor gane. La otra, que las acciones de los partidos de las fracciones de las clases dominante, divididas por la crisis general del país, arrastraron al país al juego de la división de masas contra masas. El resultados muestra que la división de los votantes no es por clases, sino verticales, de arriba a abajo de la sociedad. Esto además del rechazo de un tercio que boicoteo. Esta es la gravedad que los heraldos de la vieja democracia han estado haciendo una investigación sin precedentes, para proclamar que “81% del electorado” votó por el candidato porque tiene lo mejor y que solo el 15% votó por uno para que el otro no ganara. Prognosis tan correctos como las de la elección del día 2, en la que se daba la victoria de Luiz Inacio en la primera ronda.

En la carrera del segundo turno, Luiz Inacio, frustrado, busca no pasar recibo de la derrota parcial, agravada por la mejora de Bolsonaro en las primeras encuestas después del 2 de octubre. Detrás de escena de la campaña del petista, llegan las controversias. Algunos creen que uno debe insistir en chantajear al electorado con el binario “es Lula o el fascista”, mientras que otros insisten en que el petista presenta sus propuestas más específicamente de como “regresar al pasado”.

Es evidente que el desempeño de Bolsonaro fuera de lo esperado por las encuestas de opinión (que, por cierto, han defraudado la opinión pública) es un mensaje fuerte: un gran segmento de las masas repudia tanto el oportunismo petista de que no le importa votar por un disvariante presentado como “el contrario del PT”, a pesar de que este se jactó como una amenaza para esta palabra vacía, “democracia”. ¿Cuándo podrían probar las masas pobres de todos modos? ¿Había sido durante las operaciones policiales nocturnas en las metrópolis o en las matanzas en el campo? ¿En las tasas de interés exorbitantes practicadas en el país, o en la inmensa concentración de tierras por parte de los latifundistas, todos, respectivamente, como una política social y económica de todos los gobiernos sucesivos? Sin mencionar la abstención masiva, los votos nulos y blancos, que expresan una gran imagen de masas desilusionadas hasta tal punto que repudian tanto la farsa electoral como la polarización falsa en su conjunto (casi 50 millones).

Luiz Inácio cree que su activo está en neutralizar la hostilidad del alto mando de las Fuerzas Armadas (ACFA), especialmente, ya que teme que le impida que lo juren, una vez elegido con un pequeño margen, o para gobernar, aunque tome posesión . Por lo tanto, también busca expandir cada vez más su rango de alianzas a la derecha, como un guiño a los generales, por un lado, y componer una base gobernante futura en el Congreso, por el otro. Recientemente presentó su programa de defensa, con abrazos, mimos y disculpas a la FF.AA. reaccionaria. Es solo el comienzo.

Para volverse aún más sabrosa, el PT está dedicado con un celo extraordinario para no permitir la mínima movilización de los movimientos populares que hierven, sin importar que draconianas sean las medidas de Bolsonaro contra los trabajadores y los estudiantes en el país. El reciente informe de contingencia en la educación (ya revocada), que amenazó con paralizar la operación de las universidades federales, ni siquiera merecía críticas, incluso aunque sea demagógica, del cabecilla petista, que solo lo mencionó en un discurso. En resumen, PT y Lula, al igual que el perro obediente que teme el estado de ánimo del propietario, fingen estar muertos.

Ya Bolsonaro, siempre hemos insistido, se encuentra moribundo desde 2018, pero no está muerto. Con su chantaje y amenazas, amplía la lista de medidas inconstitucionales para obtener las elecciones, como la expansión de los beneficios, que tendrá un nuevo momento antes de la segunda ronda, sin que ninguna de las instituciones judiciales y legislativas, aún menos la cobardía desmovilizadora del oportunismo de las masas populares, se atreve a prohibirlo, a riesgo de confirmar sus “quejas” de que el PT se está favoreciendo. Si se reeligiera, Bolsonaro tendrá cuatro años para dar su golpe a través de la creación de situaciones que obliguen a la ACFA a rendirse a su travesura para hacerlo, ya ha garantizado un terreno muy fértil, porque tanto la crisis severa como el estado de ánimo de las masas prometen que serán los más tormentosos en los últimos 60 años.

El ACFA, con la derrota electoral de Bolsonaro, aumentará sus acciones para fustigat al nuevo gobierno y profundizar su ofensiva contrarrevolucionario preventiva con la centralización, lo mas absolutamente posible, del poder en el ejecutivo, cambiando el orden legal sin negarlo abiertamente. La composición del nuevo Congreso y el refuerzo de la bancada del llamado “bolsonarismo” en el Senado serán utilizados por los generales para impulsar el proceso de restricción de otros poderes constitucionales y su sujeción al ejecutivo, que titularla con riendas más cortas. Las declaraciones del recién elegido senador, Hamilton Mourão, para guiar la reforma del poder judicial, son bastante esclarecedoras.

La clave de la situación política actual es que incluso si sale derrotado, Bolsonaro y la extrema derecha saldrían con una victoria. Hay dos razones.

Primero, para la actuación en la primera ronda, Bolsonaro ha demostrado tener una base de opinión pública que le garantiza, al menos, no ser arrestado ahora. Por la cobardía demostrada hasta ahora, nadie, dentro de las pocilgas que son estas instituciones, correrá el riesgo de moverse contra ella, poniendo en peligro la estabilidad del viejo orden. El ACFA en sí no lo permitiría por la misma razón. En segundo lugar, porque su línea de acción, a partir de toda la derecha, se centrará en causar trastornos, lo que solo arrojará más madera en la hoguera de la crisis y la desestabilización del viejo orden en descomposición.

El clima político de la sospecha del próximo gobierno, sea lo que sea, tanto en los círculos de decisión de las clases dominantes divididas, así como en las masas insatisfechas y con la grieta explícita a la que dirigieron el país, se encargarán de difundir el desorden. Por un lado, los ataques y provocaciones de la extrema derecha crecerán inevitablemente o para desgastar al gobierno lulista, si Bolsonaro es derrotado o para apoyar a los golpistas del capitán electo. Esto es lo que producirá esta frontera cobarde “para impedir el fascismo en las encuestas”. Por otro lado, y también inevitablemente, las masas se rebelaron contra todo el estado de cosas creado: esta es la divisa del pueblo para bloquear la ofensiva contrarrevolucionaria con la revolución.

En resumen, ambos candidatos reciben principalmente votos de rechazo del oponente, no un apoyo efectivo, sin mencionar un tercio que rechazó a todos con el boicot de la estafa electoral. El próximo gobierno ya es ilegítimo, sea cual sea el resultado. Este es el ultrasonido del feto en el embarazo en el útero de la crisis de la vieja democracia. Las elecciones necesariamente darán a luz a grandes trastornos.


Redação de AND
11 Outubro 2022

Editorial semanal – Eleição da desordem

Ilustração Velho Estado ruindo. Foto: Banco de Dados AND


O resultado das urnas do 1o turno confirmaram duas verdades: uma, a desmoralização cabal a que chegou a farsa eleitoral com sua falsa polarização, onde quem vota o faz pelo motivo de não permitir que o outro concorrente vença. A outra, que as ações dos partidos das frações das classes dominantes, divididas pela crise geral do país, arrastaram o país para a divisão de jogar massas contra massas. O resultado mostra que a divisão dos votantes não são por classes, mas sim vertical, de cima a baixo da sociedade. Isto além do rechaço de um terço que boicota. É tal a gravidade que os arautos da velha democracia correram a fazer pesquisa inédita, para proclamarem que “81% do eleitorado” votou no candidato porque o tem como o melhor e que só 15% votou em um para que o outro não vença. Prognósticos tão corretos como os para o pleito do dia 2, em que davam vitória de Luiz Inácio no primeiro turno.

Já na corrida do 2o turno, Luiz Inácio, frustrado, busca não passar recibo da derrota parcial, agravada pela melhora de Bolsonaro nas primeiras pesquisas após 2 de outubro. Nos bastidores da campanha petista, já surgem as polêmicas. Alguns creem que se deva insistir em chantagear o eleitorado com o binário “é Lula ou fascista”, enquanto outros insistem que o petista apresente mais concretamente suas propostas de como “retornar ao passado”.

É evidente que o desempenho de Bolsonaro acima do esperado pelas pesquisas de opinião (que, diga-se de passagem, fraudaram sem pudor a opinião pública) é um forte recado: um vasto segmento das massas repudia tanto o oportunismo petista que não lhe importa votar num tresloucado apresentado como “o contrário” do PT, ainda que isso seja alardeado como uma ameaça a essa tal palavra vazia, “democracia”. Em que momento as massas pobres puderam experimentá-la, afinal? Teria sido durante as diuturnas operações policiais nas metrópoles, ou nas chacinas no campo? Nos juros exorbitantes praticados no país, ou na imensa concentração de terras pelos latifundiários, tudo, respectivamente, como política social e econômica de todos os sucessivos governos? Isso, sem mencionar, a abstenção massiva, os votos nulos e brancos, que expressam um quadro enorme de massas desiludidas a tal ponto que repudiam tanto a farsa eleitoral quanto a falsa polarização em seu conjunto (quase 50 milhões).

Luiz Inácio crê que o seu trunfo está em neutralizar a hostilidade do Alto Comando das Forças Armadas (ACFA), principalmente, já que teme que o mesmo impeça-o de ser empossado, uma vez eleito com pequena margem, ou de governar, ainda que tome posse. Por isso, também, busca ampliar cada vez mais seu leque de alianças à direita, como um aceno aos generais, por um lado, e para compor uma futura base governista no Congresso, por outro. Apresentou, recentemente, seu programa para a Defesa, com afagos, mimos e pedidos de desculpas às FA reacionárias. É apenas o começo.

Para tornar-se ainda mais palatável, o PT dedica-se com extraordinário zelo em não permitir que haja o mínimo de mobilização dos movimentos populares que encabresta, não se importando quão draconianas sejam as medidas de Bolsonaro para os trabalhadores e estudantes do país. O recente informe de contingenciamento na Educação (já revogado), que ameaçou paralisar o funcionamento das Universidades federais, não mereceu sequer críticas, ainda que demagógicas, do cabecilha petista, que apenas o mencionou em um discurso. Em suma, PT e Lula, tal qual cão obediente temendo o humor do dono, finge-se de morto.

Já Bolsonaro, sempre insistimos, feneceu desde 2018, mas não está morto. Com suas chantagens e ameaças, amplia a lista de medidas inconstitucionais para ganhar a eleição – como ampliação dos benefícios, que terão novo impulso antes do segundo turno – sem que nenhuma das instituições do Judiciário e Legislativo, menos ainda a covardia do oportunismo desmobilizador das massas populares, ousem barrá-lo, sob o risco de confirmar suas “denúncias” de que o PT está sendo favorecido. Se reeleito, Bolsonaro terá quatro anos para emplacar seu golpe através de criar situações que forcem o ACFA a render-se aos seus desmandos – para tanto, tem já garantido terreno muito fértil, pois, tanto a grave crise, quanto o estado de espírito das massas prometem que serão os mais tormentosos dos últimos 60 anos.

Já o ACFA, com a derrota eleitoral de Bolsonaro, aumentará suas ações para tanger o novo governo e aprofundar sua ofensiva contrarrevolucionária preventiva com a centralização, o mais absolutamente possível, do poder no Executivo, através de alterar a ordem legal, sem negá-la abertamente. A composição do novo Congresso e o reforço da bancada dita “bolsonarista” no Senado será utilizada pelos generais para impulsionar o processo de restrição dos demais poderes constitucionais e sua sujeição ao Executivo, o qual tutelarão com rédeas mais curtas. As declarações do recém-eleito senador, Hamilton Mourão, de pautar a reforma do judiciário, são bastante elucidativas.

A chave da situação política atual é que, ainda que derrotados, Bolsonaro e a extrema-direita sairiam com uma vitória. São dois os motivos.

Primeiro, pelo desempenho no primeiro turno, Bolsonaro demonstrou ter uma base de opinião pública que lhe garante, no mínimo, não ser preso agora. Pela covardia demonstrada até agora, ninguém, dentro das pocilgas que são essas instituições, correrá o risco de avançar contra ele, pondo em risco a estabilidade da velha ordem. O próprio ACFA não o permitiria, pelo mesmo motivo. Segundo, porque sua linha de atuação, como de toda extrema-direita, centrará em causar distúrbios, que só jogarão mais lenha na fogueira da crise e desestabilização da velha ordem em decomposição.

O clima político de suspeição ao próximo governo, seja ele qual for, tanto nos círculos de decisão das classes dominantes divididas, quanto nas massas insatisfeitas e com o racha explícito a que levaram o país, cuidará de alastrar a desordem. Por um lado, atentados e provocações da extrema-direita crescerão inevitavelmente ou para desgastar o governo lulista, caso Bolsonaro seja derrotado, ou para apoiar os afãs golpistas do capitão eleito. É o que produzirá essa covarde divisa “barrar o fascismo nas urnas”. Por outro lado e, também inevitavelmente, se insurgirão as massas rebeladas contra todo o estado de coisas criado: esta é a divisa do povo para barrar a ofensiva contrarrevolucionária com a revolução.

Em síntese, ambos os candidatos recebem, em sua maioria, votos de rechaço ao oponente, e não de apoio efetivo, sem mencionar cerca de um terço que rechaça a todos com o boicote à farsa eleitoral. O próximo governo já é ilegítimo, seja qual seja o resultado. Esse é o ultrassom do feto em gestação no ventre da crise da velha democracia. As eleições parirão necessariamente grandes desordens.