Lenin – Sobre el Estado
“Sobre el Estado” de Lenin con un presentación con comentarios del Presidente Gonzalo.
¡Proletarios
de todos los países, uníos!
Presentación
Como
presentación ofrecemos los comentarios del Presidente Gonzalo de
esta importante exposición de Lenin, que hemos extractado del
documento: ¡QUE EL EQUILIBRIO ESTRATÉGICO REMEZCA MAS EL PAÍS!,
Comité Central, Partido Comunista del Perú, 1991.
El
Presidente Gonzalo dice: Es conveniente que nos planteemos algunas
cuestiones de “Sobre
el Estado”
de Lenin, es útil porque apunta a ver el Estado, a prestarle más
atención aún. Este documento sirve a ver el proceso del Estado y a
comprender cosas sustantivas tanto para nosotros como para combatir
la ofensiva contrarrevolucionaria general. En él Lenin nos dice,
hablando del Estado y la dificultad de estudiarlo, cómo se puede
avanzar:
“Porque
es un problema tan fundamental, tan básico en toda política y
porque, no sólo en tiempos tan turbulentos y revolucionarios como
los que vivimos, sino incluso en los más pacíficos, se encontrarán
con él todos los días en cualquier periódico, a propósito de
cualquier asunto económico o político, será tanto más fácil
volver sobre él. Todos los días, por uno u otro motivo, volverán
ustedes a la pregunta: ¿que es el Estado, cuál es su naturaleza,
cuál es su significación y cuál es la actitud de nuestro partido,
el partido que lucha por el derrocamiento del capitalismo, el partido
comunista, cuál es su actitud hacia el Estado? Y lo más importante
es que, como resultado de las lecturas que realicen, como resultado
de las charlas y conferencias que escuchen sobre el Estado,
adquirirán la capacidad de enfocar este problema por sí mismos, ya
que se enfrentarán con él en los más diversos motivos, en relación
con las cuestiones más triviales, en los contextos más inesperados,
y en discusiones y debates con adversarios. Y sólo cuando aprendan a
orientarse por sí mismos en este problema sólo entonces podrán
considerarse lo bastante firmes en sus convicciones y capaces para
defenderlas con éxito contra cualquiera y en cualquier momento.“
Aquí
lo saltante es que con este problema tropezamos cotidianamente por
los más diversos motivos en cada pequeña cuestión, en las
combinaciones más inesperadas, en las conversaciones y en las
disputas con los adversarios; esto es certísimo, hoy más que nunca.
Eso es lo importante.
Nos
dice más adelante:
“Ya
les he aconsejado que recurran al libro de Engels El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado. En él se dice que todo
Estado en el que existe la propiedad privada de la tierra y los
medios de producción, en el que domina el capital, por democrático
que sea, es un Estado capitalista, una máquina en manos de los
capitalistas para el sojuzgamiento de la clase obrera y los
campesinos pobres. Y el sufragio universal, la Asamblea Constituyente
o el Parlamento son meramente una forma, una especie de pagaré, que
no cambia la esencia del asunto.”
Esto
es lo que nos interesa, el Estado “una
máquina en manos de los capitalistas para el sojuzgamiento de la
clase obrera y los campesinos pobres“; ¿y el
sufragio, la Asamblea Constituyente, el Parlamento?, son forma, no
son la esencia, el contenido. El contenido, la razón de esas
modalidades no es sino mantener la explotación, la opresión. Esto
es lo que nos interesa. Y añade a continuación:
“Las
formas de dominación del Estado pueden variar: el capital manifiesta
su poder de un modo donde existe una forma y de otro donde existe
otra forma, pero el poder está siempre, esencialmente, en manos del
capital, ya sea que exista o no el voto restringido u otros derechos,
ya sea que se trate de una república democrática o no; en realidad,
cuanto más democrática es, más burda y cinica es la dominación
del capitalismo. Una de las repúblicas más democráticas del mundo
es Estados Unidos de Norteamérica, y sin embargo, en ninguna parte
(y quienes hayan estado allí después de 1905 probablemente lo
saben) es tan crudo y tan abiertamente corrompido como en
Norteamérica el poder del capital, el poder de un puñado de
multimillonarios sobre toda la sociedad. El capital, una vez que
existe, domina la sociedad entera, y ninguna república democrática,
ningún derecho electoral pueden cambiar la esencia del asunto.“
Es
muy bueno, está bien explicado y se entiende perfectamente. Continúa
diciendo así:
“La
república democrática y el sufragio universal representaron un
enorme progreso comparado con el feudalismo: permitieron al
proletariado lograr su actual unidad y solidaridad y formar esas
filas compactas y disciplinadas que libran una lucha sistemática
contra el capital.“
El
texto que sigue hay que leerlo, pero no lo vamos a analizar ahora;
más adelante destacar:
“No
son sólo los hipócritas concientes, los sabios y los curas quienes
sostienen y defienden la mentira burguesa de que el Estado es libre y
que tiene por misión defender los intereses de todos; lo mismo hacen
muchisimas personas atadas sinceramente a los viejos prejuicios y que
no pueden entender la transición de la sociedad antigua,
capitalista, al socialismo. Y no sólo las personas que dependen
directamente de la burguesia, no sólo quienes vi ven bajo el yugo
del capital o sobornados por el capital (hay gran cantidad de
cientificos, artistas, sacerdotes, etc., de todo tipo al servicio del
capital), sino incluso personas simplemente influidas por el
prejuicio de la libertad burguesa, se han movilizado contra el
bolchevismo en el mundo entero, porque cuando fue fundada la
República Soviética rechazó estas mentiras burguesas y declaró
abiertamente: ustedes dicen que su Estado es libre, cuando en
realidad, mientras exista la propiedad privada, el Estado de ustedes,
aunque sea una república democrática, no es más que una máquina
en manos de los capitalistas para reprimir a los obreros, y mientras
más libre es el Estado, con mayor claridad se manifiesta esto.“
Aquí
debemos resaltar a cuántos se engaña, cuán arraigada está esa
absurda idea de que el Estado es libre, que está por encima de los
demás, que sirve a todos. Y nos dice se da en todo Estado, pone el
ejemplo de Estados Unidos, de Suiza:
“En
estos países hay pocos soldados, un ejército regular pequeño —
Suiza cuenta con una milicia y todos los ciudadanos suizos tienen un
fusil en su casa, mientras que en Estados Unidos, hasta hace poco, no
existía un ejército regular –, de modo que cuando estalla una
huelga, la burguesia se arma, contrata soldados y reprime la huelga;
en ninguna parte la represión del movimiento obrero es tan cruel y
feroz como en Suiza y en Estados Unidos, y en ninguna parte se
manifiesta con tanta fuerza como en estos países la influencia del
capital sobre el Parlamento.“
Nos
plantea, ahí son muy democráticos, tienen ejército pequeño, pero
cuando hay una huelga, contratan mercenerios, se arman ellos mismos;
aquí estamos viendo algo similar, pero a raíz de que la guerra
popular torna insuficiente la cantidad de sus fuerzas represivas.
Así, siempre arman sus huestes, compran mercenarios, defienden su
riqueza y poder. Antes, hay un párrafo que también merece resaltar,
hablando de estos países:
“En
ninguna parte domina el capital en forma tan cínica e implacable y
en ninguna parte su dominación es tan ostensible como en estos
países, a pesar de tratarse de repúblicas democráticas, por muy
bellamente que se las pin te y por mucho que en ellas se hable de
democracia del trabajo y de igualdad de todos los ciudadanos.“
Muy
buen párrafo. Por mucho que declamen su democracia, en ninguna
parte, hay un dominio tan cínico ni tan implacable; es un dominio
cínico e implacable, no importa cuán elegantemente ataviados estén
ni toda la palabrería sobre democracia del trabajo e igualdad de
todos los ciudadanos. Lenin nos dice más adelante, en esos países,
Estados Unidos y lo países europeos, “La fuerza del capital
lo es todo, la Bolsa es todo, mientras que el Parla mento y las
elecciones no son más que muñecos, marionetas …“. Esto
nos cae muy bien, hoy día más aún, porque estamos viendo lo mismo
en el parlamento peruano; sin embargo, aquí nos atiborran de
democracia, pero esto sirve a desenmascarar su democracia y a sus
paradigmas democráticos (Estados Unidos y países europeos), y nos
hace ver qué implica, pues, este sistema; en síntesis, el
parlamento peruano es una gran muestra de su putrición.
Y
continúa diciéndonos:
“Pero
los obreros van abriendo cada vez más los ojos y la idea del poder
soviético va extendiéndose cada vez más. Sobre todo después de la
sangrienta matanza por la que acabamos de pasar.“, habla de
la I Guerra Mundial “La clase obrera advierte cada vez más
la necesidad de luchar implacablemente contra los capitalistas.“
Después
que hizo el derrotero de todo el Estado, partiendo de hacernos ver la
necesidad de estudiar el problema del Estado, llega al Estado
burgués, son los párrafos finales que hemos leído. Ahí está la
democracia burguesa desenmascarada, la falacia de libertad del
Estado, el vil engaño de que sirve a todos y el engendro demagógico
de la democracia del trabajo y de la igualdad de los ciudadanos, y
expuesta la condición de peleles de todos los Parlamentos. Las
elecciones son marionetas, nos dice, porque ¿dónde está el poder,
la fuerza de la burguesía?, está en la fuerza del capital; éste es
todo, nos dice, la Bolsa es todo; y por coincidencia hace poco se
abrió la Bolsa en el Perú. Llegado aquí, Lenin sostiene: los
obreros cuestionan el orden burgués, comprenden la necesidad de
derrumbar el viejo Estado y por ende de desarrollar una lucha
implacable contra los capitalistas, y termina diciendo del nuevo
sistema, del Nuevo Estado:
“Cualquiera
sea la forma con que se encubra una república, por democrática que
sea, si es una república burguesa, si conserva la propiedad privada
de la tierra, de las fábricas, si el capital privado mantiene a toda
la sociedad en la esclavitud asalariada, es decir, si
la república no lleva a la práctica lo que se proclama en el
programa de nuestro partido y en la Constitución soviética,
entonces ese Estado es una máquina para que unos repriman a otros. Y
debemos poner esta máquina en manos de la clase que habrá de
derrocar el poder del capital. Debemos rechazar todos los viejos
prejuicios acerca de que el Estado significa la igualdad universal;
pues esto es un fraude: mientras exista explotación no podrá
existir igualdad. El terrateniente no puede ser igual al obrero, ni
el hombre hambriento igual al saciado. La máquina, llamada Estado, y
ante la que los hombres se inclinaban con supersticiosa veneración,
porque creian en el viejo cuento de que significa el Poder de todo el
pueblo, el proletariado la rechaza y afirma: es una mentira burguesa.
Nosotros hemos arrancado a los capitalistas esta máquina y nos hemos
apoderado de ella. Utilizaremos esa máquina, o garrote, para
liquidar toda explotación; y cuando toda posibilidad de explotación
haya desaparecido del mundo, cuando ya no haya propietarios de
tierras ni propietarios de fábricas, y cuando no exista ya una
situación en la que unos estan saciados mientras otros padecen
hambre, sólo cuando haya desaparecido por completo la posibilidad de
esto, relegaremos esta máquina a la basura. Entonces no existir á
Estado ni explotación. Tal es el punto de vista de nuestro partido
comunista.“
Buen
texto para estudiar y entender el problema del Estado y mejor aún
para hacer llegar a las más amplias masas un tema necesario de
conocer, más hoy. Muy bueno por que después del derrotero, repito,
llega a la democracia burguesa, la critica a fondo, despanzurra su
esencia y luego nos plantea el Estado nuestro, que viene a ser
conquistar el Poder, hacer la propia máquina estatal destruyendo la
vieja maquinaria estatal; y con ella dice, destruimos, todo rastro de
explotación, de opresión, y recién habrá igualdad, y, cuando tal
haya no habrá clases, entonces ya no habrá Estado. La cuestión es
que es que mientras el Estado no cumpla el programa del Partido
Comunista, no será un Estado que beneficie realmente a la clase, al
pueblo; así, solamente el Nuevo Estado es el único que le puede
servir. Esto es muy bueno, nos plantea el rumbo y la perspectiva
final; y lo que es principal, nos demanda entender que es el Estado,
destruir el Viejo Estado, levantar el Nuevo Estado, establecer la
dictadura del proletariado y con ella transformar el mundo
(democracia para el pueblo dictadura para los derrumbados
explotadores) y marchar hasta el comunismo, ahí recién
licenciaremos para siempre el Estado.
V. I. LENIN
SOBRE
EL ESTADO
Conferencia
pronunciada en
la Universidad Sverdlov
del 11 de julio de
1919
EDICIONES
EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1974
CAMARADAS,
el tema de la charla de hoy, de acuerdo con el plan trazado por
ustedes que me ha sido comunicado, es el Estado. Ignoro hasta qué
punto están ustedes al tanto de este tema. Si no me equivoco, sus
cursos acaban de iniciarse, y por primera vez abordarán
sistemáticamente este tema. De ser así, puede muy bien ocurrir que
en la primera conferencia sobre este tema tan difícil yo no consiga
que mi exposición sea suficientemente clara y comprensible para
muchos de mis oyentes. En tal caso, les ruego que no se preocupen,
porque el problema del Estado es uno de los más complicados y
difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los
eruditos, escritores y filósofos burgueses. No cabe esperar, por lo
tanto, que se pueda llegar a una comprensión profunda del tema con
una breve charla, en una sola sesión. Después de la primera charla
sobre este tema, deberán tomar nota de los pasajes que no hayan
entendido o que no les resulten claros, para volver sobre ellos dos,
tres y cuatro veces, a fin de que más tarde se pueda completar y
aclarar lo que no hayan entendido, tanto mediante la lectura como
mediante diversas charlas y conferencias. Espero que podremos volver
a reunirnos y que podremos entonces intercambiar opiniones sobre
todos los puntos complementarios y ver qué es lo que ha quedado más
oscuro. Espero tambien, que ademas de las charlas y conferencias
dedicarán algún tiempo a leer, por lo menos, algunas de las obras
más importantes de Marx y Engels. No cabe duda de que estas obras,
las más importantes, han de encontrarse en la lista de libros
recomendados y en los manuales que están disponibles en la
biblioteca de ustedes para los estudiantes, de la escuela del Soviet
y del partido; y aunque, una vez más, algunos de ustedes se sientan
al principio, desanimados por la dificultad de la exposición, vuelvo
a advertirles que no deben preocuparse por ello; lo que no resulta
claro a la primera lectura, será claro a la segunda lectura, o
cuando posteriormente enfoquen el problema desde otro ángulo algo
diferente. Porque, lo repito una vez más, el problema es tan
complejo y ha sido tan embrollado por los eruditos y escritores
burgueses, que quien desee estudiarlo seriamente y llegar a dominarlo
por cuenta propia, debe abordarlo varias veces, volver sobre él una
y otra vez y considerarlo desde varios angulos, para poder llegar a
una comprensión clara y definida de él. Porque es un problema tan
fundamental, tan básico en toda política y porque, no sólo en
tiempos tan turbulentos y revolucionarios como los que vivimos, sino
incluso en los más pacíficos, se encontrarán con él todos los
días en cualquier periódico, a propósito de cualquier asunto
económico o político, será tanto más fácil volver sobre él.
Todos los días, por uno u otro motivo, volverán ustedes a la
pregunta: ¿que es el Estado, cuál es su naturaleza, cuál es su
significación y cuál es la actitud de nuestro partido, el partido
que lucha por el derrocamiento del capitalismo, el partido comunista,
cuál es su actitud hacia el Estado? Y lo más importante es que,
como resultado de las lecturas que realicen, como resultado de las
charlas y conferencias que escuchen sobre el Estado, adquirirán la
capacidad de enfocar este problema por sí mismos, ya que se
enfrentarán con él en los más diversos motivos, en relación con
las cuestiones más triviales, en los contextos más inesperados, y
en discusiones y debates con adversarios. Y sólo cuando aprendan a
orientarse por sí mismos en este problema sólo entonces podrán
considerarse lo bastante firmes en sus convicciones y capaces para
defenderlas con éxito contra cualquiera y en cualquier momento.
Luego
de estas breves consideraciones, pasaré a tratar el problema en sí:
qué es el Estado, cómo surgió y fundamentalmente, cuál debe ser
la actitud hacia el Estado del partido de la clase obrera, que lucha
por el total derrocamiento del capitalismo, el partido de los
comunistas.
Ya
he dicho que difícilmente se encontrará otro problema en que
deliberada e inconcientemente, hayan sembrado tanta confusion los
representantes de la ciencia, la filosofía, la jurisprudencia, la
economiá política y el periodismo burgueses como en el problema del
Estado. Todavía hoy es confundido muy a menudo con problemas
religiosos; no sólo por los representantes de doctrinas religiosas
(es completamente natural esperarlo de ellos), sino incluso personas
que se consideran libres de prejuicios religiosos confunden muy a
menudo la cuestión especifica del Estado con problemas religiosos y
tratan de elaborar una doctrina — con frecuencia muy compleja, con
un enfoque y una argumentación ideológicos y filosóficos — que
pretende que el Estado es algo divino, algo sobrenatural, cierta
fuerza, en virtud de la cual ha vivido la humanidad, que confiere, o
puede conferir a los hombres, o que contiene en sí algo que no es
propio del hombre, sino que le es dado de fuera: una fuerza de origen
divino. Y hay que decir que esta doctrina está tan estrechamente
vinculada a los intereses de las clases explotadoras — de los
terratenientes y los capitalistas –, sirve tan bien sus intereses,
impregnó tan profundamente todas las costumbres, las concepciones,
la ciencia de los señores representantes de la burguesía, que se
encontrarán ustedes con vestigios de ella a cada paso, incluso en la
concepción del Estado que tienen los mencheviques y eseristas,
quienes rechazan indignados la idea de que se hallan bajo el influjo
de prejuicios religiosos y están convencidos de que pueden
considerar el Estado con serenidad. Este problema ha sido tan
embrollado y complicado porque afecta más que cualquier otro
(cediendo lugar a este respecto solo a los fundamentos de la ciencia
económica) los intereses de las clases dominantes. La teoría del
Estado sirve para justificar los privilegios sociales, la existencia
de la explotación, la existencia del capitalismo, razón por la cual
sería el mayor de los errores esperar imparcialidad en este
problema, abordarlo en la creencia de que quienes pretenden ser
cientificos puedan brindarles a ustedes una concepción puramente
cientifica del asunto. Cuando se hayan familiarizado con el problema
del Estado, con la doctrina del Estado y con la teoría del Estado, y
lo hayan profundizado suficientemente, descubrirán siempre la lucha
entre clases diferentes, una lucha que se refleja o se expresa en un
conflicto entre concepciones sobre el Estado, en la apreciación del
papel y de la significación del Estado.
Para
abordar este problema del modo más cientifico, hay que echar, por lo
menos, una rápida mirada a la historia del Estado, a su surgimiento
y evolución. Lo más seguro, cuando se trata de un problema de
ciencia social, y lo más necesario para adquirir realmente el hábito
de enfocar este problema en forma correcta, sin perdernos en un
cumulo de detalles o en la inmensa variedad de opiniones
contradictorias; lo más importante para abordar el problema
cientificamente, es no olvidar el nexo histórico fundamental,
analizar cada problema desde el punto de vista de cómo surgió en la
historia el fenómeno dado y cuáles fueron las principales etapas de
su desarrollo y, desde el punto de vista de su desarrollo, examinar
en qué se ha convertido hoy.
Espero
que al estudiar este problema del Estado se familia rizarán con la
obra de Engels El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado. Se trata de una de las obras fundamentales
del socialismo moderno, cada una de cuyas frases puede aceptarse con
plena confianza, en la seguridad de que no ha sido escrita al azar,
sino que se basa en una abundante documentación histórica y
política. Sin duda, no todas las partes de esta obra están
expuestas en forma igualmente accesible y comprensible; algunas de
ellas suponen un lector que ya posea ciertos conocimientos de
historia y de economía. Pero vuelvo a repetirles que no deben
preocuparse si al leer esta obra no la entienden inmediatamente. Esto
le sucede a casi todo el mundo. Pero releyéndola más tarde, cuando
estén interesados en el problema, lograrán entenderla en su mayor
parte, si no en su totalidad. Cito este libro de Engels porque en el
se hace un enfoque correcto del problema en el sentido mencionado.
Comienza con un esbozo histórico de los orígenes del Estado.
Para
tratar debidamente este problema, lo mismo que cualquier otro — por
ejemplo el de los orígenes del capitalismo, la explotación del
hombre por el hombre, el del socialismo, cómo surgió el socialismo,
qué condiciones lo engendraron –, cualquiera de estos problemas
sólo puede ser enfocado con seguridad y confianza si se echa una
mirada a la historia de su desarrollo en conjunto. En relación con
este problema hay que tener presente, ante todo, que no siempre
existió el Estado. Hubo un tiempo en que no había Estado. Este
aparece en el lugar y momento en que surge la división de la
sociedad en clases, cuando aparecen los explotadores y los
explotados.
Antes
de que surgiera la primera forma de explotación del hombre por el
hombre, la primera forma de la división en clases — propietarios de
esdavos y esclavos –, existiá la familia patriarcal o, como a veces
se la llama, la familia del clan (clan: gens; en ese entonces
vivían juntas las personas de un mismo linaje u origen). En la vida
de muchos pueblos primitivos subsisten huellas muy definidas de
aquellos tiempos primitivos, y si se toma cualquier obra sobre la
cultura primitiva, se tropezará con descripciones, indicaciones y
reminiscencias más o menos precisas del hecho de que hubo una época
más o menos similar a un comunismo primitivo, en la que aún no
existiá la división de la sociedad en esclavistas y esclavos. En
esa época no existiá el Estado, no había ningón aparato especial
para el empleo sistemático de la fuerza y el sometimiento del pueblo
por la fuerza. Ese aparato es lo que se llama Estado.
En
la sociedad primitiva, cuando la gente vivía en pequeños grupos
familiares y aún se hallaba en las etapas más bajas del desarrollo,
en condiciones cercanas al salvajismo — época separada por varios
miles de años de la moderna sociedad humana civilizada –, no se
observan aún indicios de la existencia del Estado. Nos encontramos
con el predominio de la costumbre, la autoridad, el respeto, el poder
de que gozaban los ancianos del clan; nos encontramos con que a veces
este poder era reconocido a las mujeres — la posición de las
mujeres, entonces, no se parecía a la de opresión y falta de dere
chos de las mujeres de hoy –, pero en ninguna parte encontramos una
categoría especial de individuos diferenciados que gobiernen
a los otros y que, en aras y con el fin de gobernar, dispongan
sistemática y permanentemente de cierto aparato de coerción, de un
aparato de violencia, tal como el que representan actualmente, como
todos saben, los grupos especiales de hombres armados, las cárceles
y demás medios para someter por la fuerza la voluntad de otros, todo
lo que constituye la esencia del Estado.
Si
dejamos de lado las llamadas doctrinas religiosas, las sutilezas, los
argumentos filosóficos y las diversas opiniones erigidas por los
eruditos burgueses, y procuramos llegar a la verdadera esencia del
asunto, veremos que el Estado es en realidad un aparato de gobierno,
separado de la sociedad humana. Cuando aparece un grupo especial de
hombres de esta clase, dedicados exclusivamente a gobernar y que para
gobernar necesitan de un aparato especial de coerción para someter
la voluntad de otros por la fuerza — cárceles, grupos especiales de
hombres, ejércitos, etc. –, es cuando aparece el Estado.
Pero
hubo un tiempo en que no existiá el Estado, en que los vínculos
generales, la sociedad misma, la disciplina y organización del
trabajo se mantenian por la fuerza de la costumbre y la tradición,
por la autoridad y el respeto de que gozaban los ancianos del clan o
las mujeres — quienes en aquellos tiempos, no sólo gozaban de una
posición social igual a la de los hombres, sino que, no pocas veces,
gozaban incluso de una posición social superior –, y en que no
había una categoría especial de personas que se especializaban en
gobernar. La historia demuestra que el Estado, como aparato especial
para la coerción de los hombres, surge solamente donde y cuando
aparece la división de la sociedad en clases, o sea, la división en
grupos de personas, algunas de las cuales se apropian permanentemente
del trabajo ajeno, donde unos explotan a otros.
Y
esta división de la sociedad en clases, a través de la historia, es
lo que debemos tener siempre presente con toda claridad, como un
hecho fundamental. El desarrollo de todas las sociedades humanas a lo
largo de miles de años, en todos los países sin excepción, nos
revela una sujeción general a leyes, una regularidad y consecuencia;
de modo que tenemos, primero, una sociedad sin clases, la sociedad
originaria, patriarcal, primitiva, en la que no existían
aristócratas; luego una sociedad basada en la esclavitud, una
sociedad esclavista. Toda la Europa moderna y civilizada pasó por
esa etapa: la esclavitud reinó soberana hace dos mil años. Por esa
etapa pasó también la gran mayoría de los pueblos de otros lugares
del mundo. Todavía hoy se conservan rastros de la esclavitud entre
los pueblos menos desarrollados; en Africa, por ejemplo, persiste
todavía en la actualidad la institucion de la esclavitud. La
división en propietarios de esclavos y esclavos fue la primera
división de clases importante. El primer grupo no sólo poseía
todos los medios de producción — la tierra y las herramientas, por
muy primitivas que fueran en aquellos tiempos –, sino que poseía
también los hombres. Este grupo era conocido como el de los
propietarios de esclavos, mientras que los que trabajaban y
suministraban trabajo a otros eran conocidos como esclavos.
Esta
forma fue seguida en la historia por otra: el feudalismo. En la gran
mayoría de los países, la esclavitud, en el curso de su desarrollo,
evolucionó hacia la servidumbre. La división fundamental de la
sociedad era: los terratenientes propietarios de siervos, y los
campesinos siervos. Cambió la forma de las relaciones entre los
hombres. Los poseedores de esclavos con sideraban a los esclavos como
su propiedad; la ley confirmaba este concepto y consideraba al
esclavo como un objeto que pertenecía íntegramente al propietario
de esclavos. Por lo que se refiere al campesino siervo, subsistía la
opresión de clase y la dependencia, pero no se consideraba que los
campesinos fueran un objeto de propiedad del terrateniente
propietario de siervos; éste sólo teniía derecho a apropiarse de
su trabajo, a obligarlos a ejecutar ciertos servicios. En la
practica, como todos ustedes saben, la servidumbre, sobre todo en
Rusia, donde subsistío durante más tiempo y revistío las formas
más brutales, no se diferenciaba en nada de la esclavitud.
Más
tarde, con el desarrollo del comercio, la aparición del mercado
mundial y el desarrollo de la circulación monetaria, dentro de la
sociedad feudal surgió una nueva clase, la clase capitalista. De la
mercancía, el intercambio de mercancías y la aparición del poder
del dinero, surgió el poder del capital. Durante el siglo XVIII, o
mejor dicho desde fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX,
estallaron revoluciones en todo el mundo. El feudalismo fue abolido
en todos los países de Europa Occidental. Rusia fue el último país
donde ocurrió esto. En 1861 se produjo también en Rusia un cambio
radical; como consecuencia de ello, una forma de sociedad fue
remplazada por otra: el feudalismo fue remplazado por el capitalismo,
bajo el cual siguió existiendo la división en clases, así como
diversas huellas y supervivencias del régimen de ser vidumbre, pero
fundamentalmente la división en clases asumió una forma diferente.
Los
dueños del capital, los dueños de la tierra y los dueños de las
fábricas constituían y siguen constituyendo, en todos los países
capitalistas, una insignificante minoria de la población, que
gobierna totalmente el trabajo de todo el pueblo, y, por
consiguiente, gobierna, oprime y explota a toda la masa de
trabajadores, la mayoría de los cuales son proletarios, trabajadores
asalariados, que se ganan la vida en el proceso de producción, sólo
vendiendo su mano de obra, su fuerza de trabajo. Con el paso al
capitalismo, los campesinos, que habían sido divididos y oprimidos
bajo el feudalismo, se convirtieron, en parte (la mayoría) en
proletarios, y en parte (la minoría) en campesinos ricos, quienes a
su vez contrataron trabajadores y constituyeron la burguesia rural.
Este
hecho fundamental — el paso de la sociedad, de las formas primitivas
de esclavitud al feudalismo, y por último al capitalismo — es el
que deben ustedes tener siempre presente, ya que sólo recordando
este hecho fundamental, encuadrando todas las doctrinas políticas en
este marco fundamental, estarán en condiciones de valorar
debidamente esas doctrinas y comprender qué se proponen. Pues cada
uno de estos grandes periodos de la historia de la humanidad — el
esclavista, el feudal y el capitalista — abarca decenas y centenares
de siglos, y presenta una cantidad tal de formas políticas, una
variedad tal de doctrinas políticas, opiniones y revoluciones, que
sólo podremos llegar a comprender esta enorme diversidad y esta
inmensa variedad — especialmente en relación con las doctrinas
políticas, filosóficas y otras de los eruditos y políticos
burgueses –, si sabemos aferrarnos firmemente, como a un hilo
orientador fundamental, a esta división de la sociedad en clases, a
esos cambios de las formas de la dominación de clases, y si
analizamos, desde este punto de vista, todos los problemas sociales
— económicos, políticos, espirituales, religiosos, etc.
Si
ustedes consideran el Estado desde el punto de vista de esta división
fundamental, verán que antes de la división de la sociedad en
clases, como ya lo he dicho, no existía ningún Estado. Pero cuando
surge y se afianza la división de la sociedad en clases, cuando
surge la sociedad de clases, también surge y se afianza el Estado.
La historia de la humanidad conoce decenas y cientos de paises que
han pasado o están pasando en la actualidad por la esclavitud, el
feudalismo y el capitalismo. En cada uno de ellos, pese a los enormes
cambios históricos que han tenido lugar, pese a todas las
vicisitudes políticas y a todas las revoluciones relacionadas con
este desarrollo de la humanidad y con la transición de la esclavitud
al capitalismo, pasando por el feudalismo, y hasta llegar a la actual
lucha mundial contra el capitalismo, ustedes percibirán siempre el
surgimiento del Estado. Este ha sido siempre determinado aparato al
margen de la sociedad y consistente en un grupo de personas dedicadas
exclusiva o casi exclusivamente o principalmente a gobernar. Los
hombres se dividen en gobernados y en especialistas en gobernar, que
se colocan por encima de la sociedad y son llamados gobernantes,
representantes del Estado. Este aparato, este grupo de personas que
gobiernan a otros, se apodera siempre de ciertos medios de coerción,
de violencia física, ya sea que esta violencia sobre los hombres se
exprese en la maza primitiva o en tipos más perfeccionados de armas,
en la época de la esclavitud, o en las armas de fuego inventadas en
la Edad Media o, por último, en las armas modernas, que en el siglo
XX son verdaderas maravillas de la técnica y se basan íntegramente
en los últimos lo gros de la tecnología moderna. Los métodos de
violencia cambiaron, pero dondequiera existió un Estado, existió en
cada sociedad, un grupo de personas que gobernaban, mandaban,
dominaban, y que, para conservar su poder, disponían de un aparato
de coerción física, de un aparato de violencia, con las armas que
correspondían al nivel técnico de la época dada. Y sólo
examinando estos fenómenos generales, preguntándonos por qué no
existió ningún Estado cuando no había clases, cuando no había
explotadores y explotados, y por que apareció cuando aparecieron las
clases; sólo así encontraremos una respuesta definida a la pregunta
de cuál es la esencia y la significación del Estado.
El
Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase
sobre otra. Cuando no existían clases en la sociedad, cuando, antes
de la época de la esclavitud, los hombres trabajaban en condiciones
primitivas de mayor igualdad, en condiciones en que la productividad
del trabajo era todavía muy baja y cuando el hombre primitivo apenas
podía conseguir con dificultad los medios indispensables para la
existencia más tosca y primitiva, entonces no surgió, ni podía
surgir, un grupo especial de hombres separados especialmente para
gobernar y dominar al resto de la sociedad. Sólo cuando apareció la
primera forma de la división de la sociedad en clases, cuando
apareció la esclavitud, cuando una clase determinada de hombres, al
concentrarse en las formas más rudimentarias del trabajo agrícola,
pudo producir cierto excedente, y cuando este excedente no resultó
absolutamente necesario para la más mísera existencia del esclavo y
pasó a manos del propietario de esclavos, cuando de este modo quedó
asegurada la existencia de la clase de los propietarios de esclavos,
entonces, para que ésta pudiera afianzarse era necesario que
apareciera un Estado.
Y
apareció el Estado esclavista, un aparato que dio poder a los
propietarios de esclavos y les permitió gobernar a los esclavos. La
sociedad y el Estado eran entonces mucho más reducidos que en la
actualidad, poseían medios de comunicación incomparablemente más
rudimentarios; no existían entonces los modernos medios de
comunicación. Las montañas, los ríos y los mares eran obstáculos
incomparablemente mayores que hoy, y el Estado se formó dentro de
límites geográficos mucho más estrechos. Un aparato estatal
técnicamente débil servía a un Estado confinado dentro de límites
relativamente estrechos y con una esfera de acción limitada. Pero,
de cualquier modo, existía un aparato que obligaba a los esclavos a
permanecer en la esclavitud, que mantenía a una parte de la sociedad
sojuzgada y oprimida por la otra. Es imposible obligar a la mayor
parte de la sociedad a trabajar en forma sistemática para la otra
parte de la sociedad sin un aparato permanente de coerción. Mientras
no existieron clases, no hubo un aparato de este tipo. Cuando
aparecieron las clases, siempre y en todas partes, a medida que la
división crecía y se consolidaba, aparecía también una
institución especial: el Estado. Las formas de Estado eran en
extremo variadas. Ya durante el período de la esclavitud encontramos
diversas formas de Estado en los países más adelantados, más
cultos y civilizados de la época, por ejemplo en la antigua Grecia y
en la antigua Roma, que se basaban integramente en la esclavitud. Ya
había surgido en aquel tiempo una diferencia entre monarquía y
república, entre aristocracia y democracia. La monarquía es el
poder de una sola persona, la república es la ausencia de
autoridades no elegidas; la aristocracia es el poder de una minoría
relativamente pequeña, la democracia el poder del pueblo (democracia
en griego, significa literalmente poder del pueblo). Todas estas
diferencias sur gieron en la época de la esclavitud. A pesar de
estas diferencias, el Estado de la epoca esclavista era un Estado
esclavista, ya se tratara de una monarquía o de una república,
aristocrática o democrática.
En
todos los cursos de historia de la antigüedad, al escuchar la
conferencia sobre este tema, les hablarán de la lucha librada entre
los Estados monárquicos y los republicanos. Pero el hecho
fundamental es que los esclavos no eran considerados seres humanos;
no sólo no se los consideraba ciudadanos, sino que ni siquiera se
los consideraba seres humanos. El derecho romano los consideraba como
bienes. La ley sobre el homicidio, para no mencionar otras leyes de
protección de la persona, no amparaba a los esclavos. Defendia sólo
a los propietarios de esclavos, los únicos que eran reconocidos como
ciudadanos con plenos derechos. Lo mismo daba que gobernara una
monarquía o una república: tanto una como otra eran una república
de los propietarios de esclavos o una monarquia de los propietarios
de esclavos. Estos gozaban de todos los derechos, mientras que los
esclavos, ante la ley, eran bienes; y contra el esclavo no sólo
podía perpetrarse cualquier tipo de violencia, sino que incluso
matar a un esclavo no era considerado delito. Las repúblicas
esclavistas diferían en su organización interna: había repúblicas
aristocráticas y repúblicas democráticas. En la república
aristocrática participaba en las elecciones un reducido número de
privilegiados; en la republica democrática participaban todos, pero
siempre todos los propietarios de esclavos, todos, menos los
esclavos. Debe tenerse en cuenta este hecho fundamental, pues arroja
más luz que ningún otro sobre el problema del Estado, y pone
claramente de manifiesto la naturaleza del Estado.
El
Estado es una máquina para que una clase reprima a otra, una máquina
para el sometimiento a una clase de otras clases, subordinadas. Esta
máquina puede presentar diversas formas. El Estado esclavista podía
ser una monarquía, una república aristocrática e incluso una
república democrática. En realidad, las formas de gobierno variaban
extraordinariamente, pero su esencia era siempre la misma: los
esclavos no gozaban de ningún derecho y seguian siendo una clase
oprimida; no se los consideraba seres humanos. Nos encontramos con lo
mismo en el Estado feudal.
El
cambio en la forma de explotación trasformó el Estado esclavista en
Estado feudal. Esto tuvo una enorme importancia. En la sociedad
esclavista, el esclavo no gozaba de ningún derecho y no era
considerado un ser humano; en la sociedad feudal, el campesino se
hallaba sujeto a la tierra. El principal rasgo de la servidumbre era
que a los campesinos (y en aquel tiempo los campesinos constituían
la mayoría, pues la población urbana era todavía muy poco
desarrollada) se los consideraba sujetos a la tierra: de ahí se
deriva este concepto mismo — la servidumbre. El campesino podía
trabajar cierto número de días para si mismo en la parcela que le
asignaba el señor feudal; los demás días el campesino siervo
trabajaba para su señor. Subsistía la esencia de la sociedad de
clases: la sociedad se basaba en la explotación de clase. Sólo los
propietarios de la tierra gozaban de plenos derechos; los campesinos
no tenían ningún derecho. En la práctica su situación no difería
mucho de la situación de los esclavos en el Estado esclavista. Sin
embargo, se había abierto un camino más amplio para su
emancipación, para la emancipación de los campesinos, ya que el
campesino siervo no era considerado propiedad directa del señor
feudal. Podía trabajar una parte de su tiempo en su propia parcela;
podía, por así decirlo, ser, hasta cierto punto, dueño de sí
mismo; y al ampliarse las posibilidades de desarrollo del intercambio
y de las relaciones comerciales, el sistema feudal se fue
desintegrando progresivamente y se fueron ampliando progresivamente
las posibilidades de emancipación del campesinado. La sociedad
feudal fue siempre más compleja que la sociedad esclavista. Había
un importante factor de desarrollo del comercio y la industria, cosa
que, incluso en esa época, condujo al capitalismo. El feudalismo
predominaba en la Edad Media. Y también aquí diferían las formas
del Estado; también aquí encontramos la monarquía y la república,
aunque esta última se manifestaba mucho más débilmente. Pero
siempre se consideraba al señor feudal como el único gobernante.
Los campesinos siervos ca recían totalmente de derechos políticos.
Ni
bajo la esclavitud ni bajo el feudalismo podía una reducida minoría
de personas dominar a la enorme mayoría sin recurrir a la coerción.
La historia está llena de constantes intentos de las clases
oprimidas por librarse de la opresión. La historia de la esclavitud
nos habla de guerras de emancipación de los esclavos que duraron
décadas enteras. El nombre de “espartaquistas”, entre
parentesis, que han adoptado ahora los comunistas alemanes — el
único partido aleman que realmente lucha contra el yugo del
capitalismo –, lo adoptaron debido a que Espartaco fue el héroe más
destacado de una de las más grandes sublevaciones de esclavos que
tuvo lugar hace unos dos mil años. Durante varios años el Imperio
romano, que parecía omnipotente y que se apoyaba por entero en la
esclavitud, sufrió los golpes y sacudidas de un extenso
levantamiento de esclavos, armados y agrupados en un vasto ejército,
bajo la dirección de Espartaco. Al fin y al cabo fueron derrotados,
capturados y torturados por los propietarios de esclavos. Guerras
civiles como éstas jalonan toda la historia de la sociedad de
clases. Lo que acabo de señalar es un ejemplo de la más importante
de estas guerras civiles en la época de la esclavitud. Del mismo
modo, toda la época del feudalismo se halla jalonada por constantes
sublevaciones de los campesinos. En Alemania, por ejemplo, en la Edad
Media, la lucha entre las dos clases — terratenientes y siervos —
asumió amplias proporciones y se trasformó en una guerra civil de
los campesinos contra los terratenientes. Todos ustedes conocen
ejemplos similares de constantes levantamientos de los campesinos
contra los terratenientes feudales en Rusia.
Para
mantener su dominación y asegurar su poder, los señores feudales
necesitaban de un aparato con el cual pudiesen sojuzgar a una enorme
cantidad de personas y someterlas a ciertas leyes y normas; y todas
esas leyes, en lo fundamental, se reducían a una sola cosa: el
mantenimiento del poder de los señores feudales sobre los campesinos
siervos. Tal era el Estado feudal, que en Rusia, por ejemplo, o en
los países asiáticos muy atrasados (en los que aún impera el
feudalismo) difería en su forma: era una república o una monarquía.
Cuando el Estado era una monarquía se reconocía el poder de un
individuo; cuando era una república, en uno u otro grado se
reconocía la participación de representantes electos de la sociedad
terrateniente; esto sucedía en la sociedad feudal. La sociedad
feudal representaba una división en clases en la que la inmensa
mayoría — los campesinos siervos — estaba totalmente sometida a
una insignificante minoría, a los terratenientes, dueños de la
tierra.
El
desarrollo del comercio, el desarrollo del intercambio de mercancías,
condujeron a la formación de una nueva clase, la de los
capitalistas. El capital se conformo como tal al final de la Edad
Media, cuando, después del descubrimiento de América, el comercio
mundial adquirío un desarrollo enorme, cuando aumentó la cantidad
de metales preciosos, cuando la plata y el oro se convirtieron en
medios de cambio, cuando la circulación monetaria permitió a
ciertos individuos acumular enormes riquezas. La plata y el oro
fueron reconocidos como riqueza en todo el mundo. Declinó el poder
económico de la clase terrateniente y creció el poder de la nueva
clase, los representantes del capital. La sociedad se reorganizó de
tal modo, que todos los ciudadanos parecían ser iguales, desapareció
la vieja división en propietarios de esclavos y esclavos, y todos
los individuos fueron considerados iguales ante la ley,
independientemente del capital que poseyeran — propietarios de
tierras o pobres hombres sin más propiedad que su fuerza de trabajo,
todos eran iguales ante la ley. La ley protege a todos por igual;
protege la propiedad de los que la tienen, contra los ataques de las
masas que, al no poseer ninguna propiedad, al no poseer más que su
fuerza de trabajo, se empobrecen y arruinan poco a poco y se
convierten en proletarios. Tal es la sociedad capitalista.
No
puedo detenerme a analizarlo en detalle. Ya volverán ustedes a ello
cuando estudien el programa del partido: tendrán entonces una
descripción de la sociedad capitalista. Esta sociedad fue avanzando
contra la servidumbre, contra el viejo régimen feudal, bajo la
consigna de la libertad. Pero era la libertad para los propietarios.
Y cuando se desintegró el feudalismo, cosa que ocurrío a fines del
siglo XVIII y comienzos del siglo XIX — en Rusia ocurrió más tarde
que en otros países, en 1861 –, el Estado feudal fue desplazado por
el Estado capitalista, que proclama como consigna la libertad para
todo el pueblo, que afirma que expresa la voluntad de todo el pueblo
y niega ser un Estado de clase. Y en este punto se entabló una lucha
entre los socialistas, que bregan por la libertad de todo el pueblo,
y el Estado capitalista, lucha que condujo hoy a la creación de la
República Socialista Soviética y que se está extendiendo al mundo
entero.
Para
comprender la lucha iniciada contra el capital mundial, para entender
la esencia del Estado capitalista, debemos recordar que cuando
ascendió el Estado capitalista contra el Estado feudal, entró en la
lucha bajo la consigna de la libertad. La abolición del feudalismo
significó la libertad para los representantes del Estado capitalista
y sirvió a sus fines, puesto que la servidumbre se derrumbaba y los
campesinos tenían la posibilidad de poseer en plena propiedad la
tierra adquirida por ellos mediante un rescate o, en parte por el
pago de un tributo; esto no interesaba al Estado; protegía la
propiedad sin importarle su origen, pues el Estado se basaba en la
propiedad privada. En todos los Estados civilizados modernos los
campesinos se convirtieron en propietarios privados. Incluso cuando
el terrateniente cedía parte de sus tierras a los campesinos, el
Fstado protegía la propiedad privada, resarciendo al terrateniente
con una indemnización, permitiéndole obtener dinero por la tierra.
El Estado, por así decirlo, declaraba que ampararía totalmente la
propiedad privada y le otorgaba toda clase de apoyo y protección. El
Estado reconocía los derechos de propiedad de todo comerciante,
fabricante e industrial. Y esta sociedad, basada en la propiedad
privada, en el poder del capital, en la sujeción total de los
obreros desposeidos y las masas trabajadoras del campesinado
proclamaba que su régimen se basaba en la libertad. Al luchar contra
el feudalismo, proclamó la libertad de propiedad y se sentía
especialmente orgullosa de que el Estado hubiese dejado de ser,
supuestamente, un Estado de clase.
Con
todo, el Estado seguía siendo una máquina que ayudaba a los
capitalistas a mantener sometidos a los campesinos pobres y a la
clase obrera, aunque en su apariencia exterior fuese libre.
Proclamaba el sufragio universal y, por intermedio de sus defensores,
predicadores, eruditos y filosófos, que no era un Estado de clase.
Incluso ahora, cuando las repúblicas socialistas soviéticas han
comenzado a combatir el Estado, nos acusan de ser violadores de la
libertad y de erigir un Estado basado en la coerción, en la
represión de unos por otros, mientras que ellos representan un
Estado de todo el pueblo, un Estado democrático. Y este problema, el
problema del Estado, es ahora, cuando ha comenzado la revolución
socialista mundial y cuando la revolución triunfa en algunos países,
cuando la lucha contra el capital mundial se ha agudizado en extremo,
un problema que ha adquirido la mayor importancia y puede decirse que
se ha convertido en el problema más candente, en el foco de todos
los problemas políticos y de todas las polémicas políticas del
presente.
Cualquiera
sea el partido que tomemos en Rusia o en cualquiera de los países
más civilizados, vemos que casi todas las polémicas, discrepancias
y opiniones políticas giran ahora en torno de la concepcion del
Estado. ¿Es el Estado, en un país capitalista, en una república
democrática — especialmente en repúblicas como Suiza o
Norteamérica –, en las repúblicas democráticas más libres, la
expresión de la voluntad popular, la resultante de la decisión
general del pueblo, la expresión de la voluntad nacional, etc., o el
Estado es una máquina que permite a los capitalistas de esos países
conservar su poder sobre la clase obrera y el campesinado? Este es el
problema fundamental en torno del cual giran todas las polémicas
políticas en el mundo entero. ¿Qué se dice sobre el bolchevismo?
La prensa burguesa lanza denuestos contra los bolcheviques. No
encontrarán un solo periódico que no repita la acusación en boga
de que los bolcheviques violan la soberanía del pueblo. Si nuestros
mencheviques y eseristas, en su simpleza de espiritu (y quizá no sea
simpleza, o quiza sea esa simpleza de la que dice el proverbio que es
peor que la ruindad) piensan que han inventado y descubierto la
acusación de que los bolcheviques han violado la libertad y la
soberanía del pueblo, se equivocan en la forma más ridicula. Hoy,
todos los periodicos más ricos de los países más ricos, que gastan
decenas de millones en su difusión y diseminan mentiras burguesas y
la política imperialista en decenas de millones de ejemplares, todos
esos periódicos repiten esos argumentos y acusaciones fundamentales
contra el bolchevismo, a saber: que Norteamérica, Inglaterra y Suiza
son Estados avanzados, basados en la soberanía del pueblo, mientras
que la república bolchevique es un Estado de bandidos en el que no
se conoce la libertad y que los bolcheviques son violadores de la
idea de la soberanía del pueblo e incluso llegaron al extremo de
disolver la Asamblea Constituyente. Estas terribles acusaciones
contra los bolcheviques se repiten en todo el mundo. Estas
acusaciones nos conducen directamente a la pregunta: ¿que es el
Estado? Para comprender estas acusaciones, para poder estudiarlas y
adoptar hacia ellas una actitud plenamente conciente, y no
examinarlas basándose en rumores, sino en una firme opinión propia,
debemos tener una clara idea de lo que es el Estado. Tenemos ante
nosotros Estados capitalistas de todo tipo y todas las teorías que
en su defensa se elaboraron antes de la guerra. Para responder
correctamente a la pregunta, debemos examinar con un enfoque crítico
todas estas teorías y concepciones.
Ya
les he aconsejado que recurran al libro de Engels El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado. En él se dice
que todo Estado en el que existe la propiedad privada de la tierra y
los medios de producción, en el que domina el capital, por
democrático que sea, es un Estado capitalista, una máquina en manos
de los capitalistas para el sojuzgamiento de la clase obrera y los
campesinos pobres. Y el sufragio universal, la Asamblea Constituyente
o el Parlamento son meramente una forma, una especie de pagaré, que
no cambia la esencia del asunto.
Las
formas de dominación del Estado pueden variar: el capital manifiesta
su poder de un modo donde existe una forma y de otro donde existe
otra forma, pero el poder está siempre, esencialmente, en manos del
capital, ya sea que exista o no el voto restringido u otros derechos,
ya sea que se trate de una república democrática o no; en realidad,
cuanto más democrática es, más burda y cinica es la dominación
del capitalismo. Una de las repúblicas más democráticas del mundo
es Estados Unidos de Norteamérica, y sin embargo, en ninguna parte
(y quienes hayan estado allí después de 1905 probablemente lo
saben) es tan crudo y tan abiertamente corrompido como en
Norteamérica el poder del capital, el poder de un puñado de
multimillonarios sobre toda la sociedad. El capital, una vez que
existe, domina la sociedad entera, y ninguna república democrática,
ningún derecho electoral pueden cambiar la esencia del asunto. La
república democrática y el sufragio universal representaron un
enorme progreso comparado con el feudalismo: permitieron al
proletariado lograr su actual unidad y solidaridad y formar esas
filas compactas y disciplinadas que libran una lucha sistemática
contra el capital. No existió nada ni siquiera parecido a esto entre
los campesinos siervos y ni que hablar ya entre los esclavos. Los
esclavos, como sabemos se sublevaron, se amotinaron e iniciaron
guerras civiles, pero no podian llegar a crear una mayoría
consciente y partidos que dirigieran la lucha; no podían comprender
claramente cuáles eran sus objetivos, e incluso en los momentos más
revolucionarios de la historia fueron siempre peones en manos de las
clases dominantes. La república burguesa, el Parlamento, el sufragio
universal, todo ello constituye un inmenso progreso desde el punto de
vista del desarrollo mundial de la sociedad. La humanidad avanzó
hacia el capitalismo y fue el capitalismo solamente, lo que, gracias
a la cultura urbana, permitió a la clase oprimida de los proletarios
adquirir conciencia de si misma y crear el movimiento obrero mundial,
los millones de obreros organizados en partidos en el mundo entero;
los partidos socialistas que dirigen concientemente la lucha de las
masas. Sin parlamentarismo, sin un sistema electoral, habría sido
imposible este desarrollo de la clase obrera. Es por ello que todas
estas cosas adquirieron una importancia tan grande a los ojos de las
grandes masas del pueblo. Es por ello que parece tan dificil un
cambio radical. No son sólo los hipócritas concientes, los sabios y
los curas quienes sostienen y defienden la mentira burguesa de que el
Estado es libre y que tiene por misión defender los intereses de
todos; lo mismo hacen muchisimas personas atadas sinceramente a los
viejos prejuicios y que no pueden entender la transición de la
sociedad antigua, capitalista, al socialismo. Y no sólo las personas
que dependen directamente de la burguesia, no sólo quienes vi ven
bajo el yugo del capital o sobornados por el capital (hay gran
cantidad de cientificos, artistas, sacerdotes, etc., de todo tipo al
servicio del capital), sino incluso personas simplemente influidas
por el prejuicio de la libertad burguesa, se han movilizado contra el
bolchevismo en el mundo entero, porque cuando fue fundada la
República Soviética rechazó estas mentiras burguesas y declaró
abiertamente: ustedes dicen que su Estado es libre, cuando en
realidad, mientras exista la propiedad privada, el Estado de ustedes,
aunque sea una república democrática, no es más que una máquina
en manos de los capitalistas para reprimir a los obreros, y mientras
más libre es el Estado, con mayor claridad se manifiesta esto.
Ejemplos de ello nos los brindan Suiza en Europa, y Estados Unidos en
América. En ninguna parte domina el capital en forma tan cínica e
implacable y en ninguna parte su dominación es tan ostensible como
en estos países, a pesar de tratarse de repúblicas democráticas,
por muy bellamente que se las pin te y por mucho que en ellas se
hable de democracia del trabajo y de igualdad de todos los
ciudadanos. El hecho es que en Suiza y en Norteamérica domina el
capital, y cualquier intento de los obreros por lograr la menor
mejora efectiva de su situación, provoca inmediatamente la guerra
civil. En estos países hay pocos soldados, un ejército regular
pequeño — Suiza cuenta con una milicia y todos los ciudadanos
suizos tienen un fusil en su casa, mientras que en Estados Unidos,
hasta hace poco, no existía un ejército regular –, de modo que
cuando estalla una huelga, la burguesia se arma, contrata soldados y
reprime la huelga; en ninguna parte la represión del movimiento
obrero es tan cruel y feroz como en Suiza y en Estados Unidos, y en
ninguna parte se manifiesta con tanta fuerza como en estos países la
influencia del capital sobre el Parlamento. La fuerza del capital lo
es todo, la Bolsa es todo, mientras que el Parla mento y las
elecciones no son más que muñecos, marionetas. . . Pero los obreros
van abriendo cada vez más los ojos y la idea del poder soviético va
extendiéndose cada vez más. Sobre todo después de la sangrienta
matanza por la que acabamos de pasar. La clase obrera advierte cada
vez más la necesidad de luchar implacablemente contra los
capitalistas.
Cualquiera
sea la forma con que se encubra una república, por democrática que
sea, si es una república burguesa, si conserva la propiedad privada
de la tierra, de las fábricas, si el capital privado mantiene a toda
la sociedad
en la esclavitud asalariada, es decir, si la república no lleva a la
práctica lo que se proclama en el programa de nuestro partido y en
la Constitución soviética, entonces ese Estado es una máquina para
que unos repriman a otros. Y debemos poner esta máquina en manos de
la clase que habrá de derrocar el poder del capital. Debemos
rechazar todos los viejos prejuicios acerca de que el Estado
significa la igualdad universal; pues esto es un fraude: mientras
exista explotación no podrá existir igualdad. El terrateniente no
puede ser igual al obrero, ni el hombre hambriento igual al saciado.
La máquina, llamada Estado, y ante la que los hombres se inclinaban
con supersticiosa veneración, porque creian en el viejo cuento de
que significa el Poder de todo el pueblo, el proletariado la rechaza
y afirma: es una mentira burguesa. Nosotros hemos arrancado a los
capitalistas esta máquina y nos hemos apoderado de ella.
Utilizaremos esa máquina, o garrote, para liquidar toda explotación;
y cuando toda posibilidad de explotación haya desaparecido del
mundo, cuando ya no haya propietarios de tierras ni propietarios de
fábricas, y cuando no exista ya una situación en la que unos estan
saciados mientras otros padecen hambre, sólo cuando haya
desaparecido por completo la posibilidad de esto, relegaremos esta
máquina a la basura. Entonces no existir á Estado ni explotación.
Tal es el punto de vista de nuestro partido comunista. Espero que
volveremos a este tema en futuras conferencias, volveremos a él una
y otra vez.
Publicado
por primera vez el 18 de enero de 1929, en Pravda, núm 15.
Se
publica de acuerdo con la versión taquigráfica.