MAO TSE-TUNG: DISCURSOS EN UNA CONFERENCIA DE SECRETARIOS DE COMITÉS PROVINCIALES, MUNICIPALES Y DE REGIÓN AUTÓNOMA DEL PARTIDO


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MAO TSE-TUNG:

DISCURSOS EN UNA CONFERENCIA

DE SECRETARIOS DE COMITÉS

PROVINCIALES, MUNICIPALES Y

DE REGIÓN AUTÓNOMA DEL PARTIDO

Enero de 1957

II. DISCURSO DEL 27 DE ENERO

Quisiera ahora expresar algunas opiniones.

Primero. Hay que apreciar los éxitos en todo su valor. Estos constituyen el aspecto principal de nuestra revolución y nuestra construcción, aunque en ellas también existen defectos y errores. Nuestros éxitos son tantos como son ; no hay que exagerarlos, pero subestimarlos sería cometer un error, un grave error probablemente. Este problema ya quedó resuelto en la II Sesión Plenaria del VIII Comité Central; sin embargo, las repetidas referencias a él en la presente conferencia demuestran que se mantiene sin resolver en la mente de algunos camaradas. Entre las personalidades democráticas, sobre todo, circulan comentarios como éste: “Ustedes siempre andan diciendo que los éxitos constituyen lo fundamental, pero con ello no se resuelve nada. Nadie ignora que los éxitos constituyen lo fundamental, pero, defectos y errores, ¡sí que los hay!” Comoquiera que sea, la verdad es que los éxitos constituyen lo fundamental; si esto no se reafirma, la gente quedará desinflada. ¡Fíjense no más en los casos de desinflamiento aparecidos en el problema de la cooperativización!

Segundo. Proceder con una visión de conjunto y asegurar a cada cual lo suyo. He aquí nuestra consecuente política, la que ya aplicamos en Yenán. En agosto de 1944, Takung Pao insertó un editorial en que se decía: “No hay que montar otra cocina.” Cuando se celebraban las negociaciones de Chungching, dije al responsable de ese diario: “Comparto enteramente su opinión, pero a condición de que el generalísimo Chiang se encargue de nuestra comida. Como él se niega, ¿qué podemos hacer sino montar otra cocina?” En aquella época, una de las consignas con que emplazamos a Chiang Kai-shek fue la de asegurar a cada cual lo suyo. Ahora somos nosotros los que tenemos las riendas. Nuestra política es la de proceder con una visión de conjunto y asegurar a cada cual lo suyo. En ella se enmarca nuestra absorción de todo el personal militar y político dejado por el Kuomintang. Incluso admitimos que retornen acá aquellos que huyeron a Taiwán. A todos los contrarrevolucionarios que dejamos con vida los remodelamos y les ofrecemos la posibilidad de ganarse el sustento. Conservamos los partidos democráticos con miras a una coexistencia duradera, y a sus miembros les damos ubicación. En una palabra, nos hemos hecho cargo de todos los seiscientos millones de habitantes. Cabe aquí el ejemplo del monopolio estatal de compra y venta de cereales, monopolio mediante el cual aseguramos el suministro a la población urbana en su totalidad y a todas las familias campesinas escasas de cereales. Otro ejemplo es lo que hacemos con los jóvenes de las ciudades, a quienes acomodamos en una u otra forma, ya sea para que estudien en los centros docentes o trabajen en el campo, las fábricas o las zonas fronterizas. En cuanto a aquellas familias en las que ninguno de sus miembros tiene empleo, les brindamos socorro, guiándonos siempre por el principio de que nadie muera de hambre. Todo esto entra en la política de proceder con una visión de conjunto. ¿Qué política es ésta? Una política encaminada a movilizar todas las fuerzas positivas para la edificación del socialismo. Esta es una política de importancia estratégica. Adoptarla es ventajoso, pues permite reducir al mínimo los trastornos. Es preciso explicar claramente a todos esta idea de proceder con una visión de conjunto.

El camarada Ke Ching-shi ha señalado que debemos agotar todos los medios posibles. ¡Muy bien dicho! Efectivamente, debemos agotar todos los medios posibles para superar las dificultades. Esta consigna debe ser divulgada. Las dificultades que hoy enfrentamos no son muy grandes, no tienen nada de temible. Nuestra situación actual es, después de todo, algo mejor que la de los tiempos de la Gran Marcha, cuando atravesábamos montañas nevadas y estepas pantanosas. Luego del cruce del río Tatu, en el curso de la Gran Marcha, nos preguntábamos cómo seguir adelante. En nuestra ruta hacia el Norte, todo era altas montañas y había muy pocos moradores ; lanzamos entonces la consigna de buscar mil medios y cien soluciones para superar las dificultades.

¿Qué quiere decir mil medios y cien soluciones? Mil medios quiere decir novecientos noventa y nueve medios más uno, y cien soluciones, noventa y nueve soluciones más una. Ahora bien, hasta la fecha son pocos los medios y las soluciones que han ideado ustedes. ¿Cuántos medios y soluciones ha aportado cada una de las provincias y departamentos centrales? Agotemos todos los medios posibles y las dificultades serán superadas.

Tercero. Problemas internacionales. En el Medio Oriente se han producido los acontecimientos del canal de Suez. Un hombre llamado Nasser nacionalizó el canal; otro, llamado Eden, envió allí un contingente de soldados y desató una guerra; en seguida, un tercero llamado Eisenhower trató de expulsar a los ingleses con el fin de apoderarse del lugar. La burguesía inglesa, vieja pícara y gran tramposa desde su origen, es una burguesía más hábil que ninguna otra en determinar cuándo se impone llegar a un compromiso. Sin embargo, resulta que ahora ha dejado caer el Medio Oriente en manos de los norteamericanos. ¡Que garrafal error! ¿Cuántos de este calibre pueden contarse en su historia? Pero, ¿por qué esta vez perdió la cabeza e incurrió en semejante error? Porque, no pudiendo mantener el aplomo ante la enorme presión de los norteamericanos, trató de recuperar el Medio Oriente y poner a raya a los EE.UU. ¿Era Egipto el principal blanco contra el cual estaba vuelta la lanza de Inglaterra? No. Su acción apuntaba contra los EE.UU., al tiempo que la acción norteamericana apuntaba contra Inglaterra.

Estos acontecimientos nos permiten ver dónde se halla el punto clave de las luchas en el mundo de hoy. Claro está que los países imperialistas viven contradicciones muy agudas con los países socialistas, pero lo que hacen ahora es tomar como pretexto la lucha contra el comunismo para disputarse esferas de influencia. ¿Cuálesson las esferas que se disputan? Zonas de Asia y África habitadas por mil millones de personas. En la actualidad, sus disputas se concentran en el Medio Oriente, región de gran importancia estratégica, y sobre todo en la zona del canal de Suez, en Egipto. En el conflicto que allí se vive convergen dos tipos de contradicciones y tres Fuerzas distintas. Esos dos tipos de contradicciones son: primero, las contradicciones interimperialistas, o sea, las existentes entre los EE.UU. e Inglaterra y entre los EE.UU. y Francia y, segundo, las contradicciones entre las potencias imperialistas y las naciones oprimidas. De las tres fuerzas en juego, la primera son los EE.UU., la mayor potencia imperialista; la segunda, Inglaterra y Francia, países imperialistas de segundo orden, y la tercera, las naciones oprimidas. El principal escenario de la actual disputa imperialista lo constituyen Asia y África, donde han surgido movimientos de independencia nacional. Los EE.UU. recurren a medios tanto militares como no militares ; es así como han actuado en el Medio Oriente.

Que ellos se embrollen en líos nos favorece. Nuestra política debe estar orientada a consolidar los países socialistas sin ceder ni una pulgada de terreno. Combatiremos a todo el que intente obligarnos a ceder. Fuera de esta línea de demarcación, ¡allá ellos con sus enredos! Ahora bien, ¿vamos o no a hacer uso de la palabra? Sí, lo haremos. Desde luego, apoyaremos la lucha antiimperialista de los pueblos de Asia, África y América Latina, así como la lucha revolucionaria de todos los pueblos.

Entre los países imperialistas y nosotros, la relación puede expresarse del modo siguiente: En su casa hay gente nuestra, y en la nuestra, gente suya. Nosotros apoyamos las revoluciones populares en esos países, en tanto que ellos perpetran aquí actividades subversivas. Por gente nuestra en casa de ellos nos referimos a los comunistas, a los obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios y a los elementos progresistas. En cuanto a la gente suya en nuestra casa -señalando el caso de China como ejemplo -, nos referimos a muchos integrantes de la burguesía y de los partidos democráticos, así como a la clase terrateniente. Hasta hoy esta gente se muestra aparentemente sumisa y todavía no ha creado desórdenes. Pero, ¿qué harían ellos en el caso de que Fueran arrojadas sobre Pekín bombas atómicas? ¿No armarían una rebelión? Sería muy extraño que no lo hicieran; y eso, sin hablar de los criminales sometidos a corrección mediante el trabajo físico, ni de aquellos cabecillas de los desórdenes ocurridos en el consabido instituto de Shichiachuang, ni de ese estudiante universitario de Pekín que amenazó con matar a miles o decenas de miles de personas. Sea como sea, a estos debemos digerirlos, y a los terratenientes y capitalistas, transformarlos en trabajadores. Esta es otra política de importancia estratégica. Pasará un tiempo muy largo antes de que desaparezcan las clases.

En síntesis, estimamos que los problemas en el plano internacional todavía deben ser enfocados de la manera siguiente: Se destaca por encima de todas las contradicciones la que supone la rebatiña entre los países imperialistas y su disputa por las colonias. Lo que éstos hacen ahora es valerse de las contradicciones que tienen con nosotros para encubrir las suyas. Nosotros, a nuestro turno, podemos sacar partido de sus contradicciones; a este respecto es mucho lo que se puede hacer. Este es un asunto de gran importancia que atañe a nuestra política exterior.

Ahora, unas palabras sobre las relaciones chino-norteamericanas. Hemos distribuido en esta conferencia copias de una carta de Eisenhower a Chiang Kai-shek. A mi juicio, esta carta tiene como propósito principal echar a Chiang Kai-shek un balde de agua fría, aunque luego le inyecta un poco de ánimo. Dice en ella Eisenhower que es preciso mantener la sangre fría y no obrar en forma impulsiva ; en otras palabras, no hacer la guerra, sino contar para todo con las Naciones Unidas. Esto significa echarle un balde de agua fría a Chiang Kai-shek, pues éste se había mostrado de veras un poco impulsivo. La inyección de ánimo está en la afirmación de que él continuará con su política dura frente a los comunistas y que deposita sus esperanzas en el surgimiento de desórdenes entre nosotros. A sus ojos, ya han estallado esos desórdenes y los comunistas nos vemos impotentes para ponerles coto. ¡Que cada cual mire las cosas como le parezca!

Sigo sosteniendo que es mejor tardar unos años más en establecer relaciones diplomáticas con EE.UU. Esto es más ventajoso. La Unión Soviética no estableció relaciones diplomáticas con EE.UU. sino diecisiete años después de la Revolución de Octubre. En 1929 se desencadenó una crisis económica mundial que duró hasta 1933. En este mismo año, subieron al Poder Hitler en Alemania y Roosevelt en EE.UU. ; sólo entonces se establecieron tales relaciones diplomáticas. En cuanto al establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y EE.UU., es probable que esto no se produzca sino después del cumplimiento del Tercer Plan Quinquenal, a los dieciocho años o más de la Liberación. Del mismo modo que no tenemos prisa por establecer esas relaciones diplomáticas, tampoco estamos impacientes por entrar en las Naciones Unidas. Esta orientación nuestra tiene como objetivo despojar al máximo a EE.UU. de su capital político, sumiéndolo así en el absurdo y el aislamiento. Ustedes nos excluyen de las Naciones Unidas y se niegan a establecer relaciones diplomáticas con nosotros. ¡Está bien! Mientras más se demoren, más endeudados van a quedar con nosotros, más hundidos se verán en el absurdo y más aislados se encontrarán tanto en los propios EE.UU. como ante la opinión pública mundial. Ya en Yenán dije a un norteamericano: Ustedes, los norteamericanos, podrán mantener durante cien años su negativa a reconocer este gobierno nuestro; pero que la puedan mantener durante ciento y un años es algo que no creo. Llegará el día en que EE.UU. tendrá que establecer relaciones diplomáticas con nosotros. Entonces, cuando los norteamericanos vengan a China y vean cómo es ella, será tarde para arrepentirse, pues esta tierra china habrá cambiado, la casa estará bien limpia y las “cuatro plagas” habrán sido liquidadas, de suerte que no podrán encontrar aquí muchos amigos ni les traerá mucha utilidad esparcir unas cuantas bacterias.

Después de la Segunda Guerra Mundial, todos los países capitalistas vienen atravesando una situación muy inestable y caótica y la gente se halla en un estado de intranquilidad. Hay intranquilidad en todos los países, sin exceptuar a China. Pero, de todos modos, nosotros tenemos menos intranquilidad que ellos. Investiguen ustedes: En último análisis, de los países socialistas y los países imperialistas -EE.UU. principalmente -, ¿quién teme a quién? Pienso que el temor es mutuo. Pero la cuestión es quién tiene un poco más de miedo. Me inclino a creer que los imperialistas tienen un poco más de miedo. Tal vez este cálculo entrañe el peligro de que todo el mundo se vaya a dormir un sueño de tres días enteros. Es por eso que debemos tener siempre en cuenta las dos posibilidades: Además de la buena, existe la mala, es decir, la de que los imperialistas pierdan la chaveta. Estos nunca abrigan buenas intenciones, siempre están azuzando a los diablos. Claro está que ahora a los imperialistas no les es tan fácil desencadenar una guerra mundial, pues están obligados a meditar sobre sus consecuencias.

Quisiera decir algo sobre las relaciones chino-soviéticas. Creo que es inevitable que haya forcejeos y no hay razón para pensar que éstos no tengan cabida entre comunistas. ¿Existe en el mundo lugar alguno libre de forcejeos? El marxismo es un ismo de forcejeos, pues trata de las contradicciones y la lucha. Siempre existen contradicciones, y donde hay contradicciones hay lucha. Entre China y la Unión Soviética actualmente se presentan algunas contradicciones. El modo de pensar y de actuar de los dirigentes soviéticos, así como ciertas prácticas suyas que les vienen del pasado, son distintos de cómo piensa y actúa nuestro Partido. Debemos, pues, hacer un trabajo con ellos. Siempre he sostenido la necesidad de hacer un trabajo con los camaradas. Hay quienes opinan: “Ya que somos comunistas, debemos ser igualmente buenos. ¿Por qué se necesita entonces hacer un trabajo? Cuando se habla de hacer un trabajo con otros, se entiende algo relacionado con el frente único, con las personalidades democráticas. ¿Qué razón hay para hacerlo también con comunistas?” Esta observación no es correcta. En las filas del Partido Comunista hay asimismo opiniones diferentes. Algunos, a pesar de haber ingresado orgánicamente en el Partido, todavía no se han despejado en lo ideológico, y hay incluso cuadros veteranos que no hablan el mismo lenguaje que nosotros. Por eso, a fin de lograr que se despeje la mente de esos camaradas, es necesario hablarles frecuentemente empleando tanto charlas individuales como colectivas, y reunirse con ellos repetidas veces.

A mi juicio, las circunstancias tienen más fuerza que algunos hombres, incluso cuando se trata de altos dignatarios. La fuerza de las circunstancias hará que los elementos recalcitrantes de la Unión Soviética no tengan a dónde ir si continúan con su chovinismo de gran nación. En la actualidad, nuestra política sigue siendo la de ayudarlos, y el método, el de hablar con ellos cara a cara. La delegación nuestra que fue últimamente a la Unión Soviética destapó allí algunos problemas. En una conversación telefónica con el camarada Chou En-lai, yo le dije que esa gente estaba cegada por sus logros y que la mejor manera de tratar con ella era poniéndola como un trapo. ¿De qué logros se trata en este caso? De sólo

cincuenta millones de toneladas de acero, cuatrocientos millones de toneladas de carbón y ochenta millones de toneladas de petróleo. ¿Tiene todo esto algo de impresionante? Nada. Pero ¿qué clase de comunistas, que clase de marxistas son aquellos que se ponen calenturientos con tan poquita cosa? Yo diría que eso no tendría nada de impresionante ni siquiera en el caso de que se multiplicara por diez o por cien. Ustedes no han hecho más que extraer de este globo terráqueo unas cuantas migajas, transformarlas en acero y hacer con éste unos cuantos camiones y aviones y otras cosas por el estilo. ¿Qué tiene esto de maravilloso? Pero ustedes lo han convertido en un fardo que llevan a cuestas, un fardo tan pesado que les ha hecho dejar a un lado todos los principios revolucionarios. ¿No significa esto dejarse cegar por los logros? También puede uno cegarse una vez convertido en alto dignatario. Hacerse primer secretario del Partido es asimismo una especie de logro y fácilmente puede conducirlo a uno a la ceguera. Y cuando su ceguera se ha agudizado mucho, hay que cubrirlo de vituperios como solución. Esta vez, en Moscú, el camarada Chou En-lai los trató sin contemplaciones y les dio una severa réplica, que los obligó a ellos a hacer otro tanto. Está bien proceder así, diciéndoles las cosas cara a cara. Ellos tratan de influir en nosotros y nosotros, en ellos. Aún no hemos puesto al descubierto todos los problemas, pues no conviene echar de una vez todos los ases, sino dejar alguna reserva en nuestras manos. Las contradicciones son cosa de siempre; por ahora, mientras se mantengan unas relaciones más o menos aceptables, se puede buscar lo que haya de común y dejar las divergencias para tratarlas en el futuro. Si ellos se obstinan en seguir su camino, tarde o temprano será destapado todo.

Por lo que a nosotros respecta, no debemos permitirnos exageraciones en la propaganda para el exterior. En todo momento debemos ser modestos y prudentes, llevando el rabo bien apretado entre las piernas. Todavía tiene validez aprender de las cosas de la Unión Soviética, pero con un criterio selectivo, asimilando lo avanzado y no lo atrasado. La manera de aprender lo atrasado es no aprender. Al hacernos conscientes de lo que hay de erróneo en la Unión Soviética, estaremos a salvo de repetir sus errores. Es preciso aprender de ella todo cuanto nos sea útil. Es preciso aprender de los demás países del mundo todo cuanto nos sea provechoso. La búsqueda del saber debe efectuarse en todas las latitudes, pues sería monótono limitarse a un solo lugar.

Cuarto. “Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas.” Esta política, formulada luego de la crítica a la camarilla contrarrevolucionaria de Ju Feng, la sigo considerando correcta y ajustada a la dialéctica.

A propósito de la dialéctica, Lenin dice: “En una palabra, la dialéctica puede ser definida corno la doctrina acerca de la unidad de los contrarios. Esto aprehende el núcleo de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo.”i Explicaciones y desarrollo: he aquí nuestra tarea. Se exigen explicaciones, pero nuestras explicaciones han sido muy insuficientes. Se exige, además, desarrollo y, con el rico caudal de experiencias que hemos acumulado en la revolución, debemos desarrollar esta doctrina. Lenin dice también: “La unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de los contrarios es condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha de los contrarios, mutuamente excluyentes, es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el movimiento.”ii Ha sido precisamente con base en esta concepción como hemos formulado la política de “Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas”.

La verdad existe en comparación con la falsedad y se desarrolla en lucha con ella. Lo hermoso existe en comparación con lo feo y se desarrolla en lucha con ello. Lo mismo sucede con lo bueno y lo malo: Las cosas buenas y los hombres honestos existen en comparación con las cosas malas y los hombres perversos y se desarrollan en lucha con ellos. En fin, las flores fragantes existen en comparación con las hierbas venenosas y se desarrollan en lucha con ellas. Es peligrosa la política de prohibir a la gente entrar en contacto con lo falso, lo feo y lo hostil, con lo idealista y lo metafísico, con las cosas de Confucio, Lao Tse y Chiang Kai-shek. Tal política conduciría a la gente a la involución ideológica y al simplismo mental y la dejaría incapacitada para enfrentar el mundo y encarar coros opuestos.

En filosofía, materialismo e idealismo forman una unidad de contrarios, son dos cosas que luchan entre sí. Además de esta pareja, hay otra -dialéctica y metafísica -, con la cual sucede lo mismo. Siempre que se habla de filosofía, no pueden faltar estas dos parejas. En la Unión Soviética, ahora ya no se enfocan las cosas en términos de pareja, sino de solitario, y ello con el argumento de que sólo se debe franquear el paso a las flores fragantes, cerrándolo a las hierbas venenosas, con lo que se niega la existencia del idealismo y de la metafísica en los países socialistas. En realidad, en todos los países se puede advertir la presencia de idealismo, de metafísica, de hierbas venenosas. En la Unión Soviética, muchas hierbas venenosas hacen su aparición bajo el manto de flores fragantes y muchos planteamientos peregrinos salen con el rótulo de materialismo o realismo socialista. Nosotros, en cambio, reconocemos abiertamente la lucha entre materialismo e idealismo, dialéctica y metafísica, flores fragantes y hierbas venenosas. Esta lucha continuará por siempre, dando un paso adelante en cada etapa.

Quisiera dar un consejo a los camaradas aquí presentes. Si ustedes poseen conocimientos de materialismo y dialéctica, deben estudiar, a modo de complemento, algo de sus contrarios, el idealismo y la metafísica. Es preciso leer materiales negativos como libros de Kant y Hegel, de Confucio y Chiang Kai-shek. Si no conocen nada acerca del idealismo y la metafísica ni han entrado en lucha con tales cosas negativas, sus conocimientos de materialismo y dialéctica carecerán de solidez. Un defecto de algunos de nuestros militantes e intelectuales del Partido reside precisamente en su escasísimo conocimiento de las cosas negativas. Se limitan a repetir lo que han aprendido en unos cuantos libros de Marx, y eso suena bastante monótono. Sus discursos y artículos carecen de fuerza convincente. Si uno no ha estudiado las cosas negativas, no puede refutarlas. Marx, Engels y Lenin procedieron de otra manera. Estudiaron e investigaron con ahínco las más variadas cosas de su tiempo y de la historia y, además, enseñaron a la gente a obrar así. Las tres partes integrantes del marxismo nacieron en el proceso del estudio de teorías burguesas -la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo utópico francés -y de la lucha contra ellas. Stalin fue un poco débil en este sentido. En su tiempo, la filosofía idealista clásica de Alemania fue considerada como una reacción de la nobleza alemana contra la revolución francesa. Con semejante conclusión se la descalificó a toda ella en bloque. Stalin negó la ciencia militar alemana al afirmar que, como los alemanes habían sido derrotados, ya no tenía validez su ciencia militar y no había para que leer los trabajos de Clausewitziii.

En Stalin hubo mucho de metafísica; además, él enseñó a mucha gente a ponerla en práctica. En el Compendio de Historia del Partido Comunista (bolcbevique) de la URSS, planteó que al método dialéctico marxista lo caracterizaban cuatro rasgos fundamentales.

Presentó como el primero de ellos la conexión de los objetos y fenómenos y lo hizo como si todos ellos estuvieran vinculados sin más ni más. Pero, ¿qué es lo que se halla vinculado? Los dos términos contrarios. Toda cosa supone la existencia de dos términos contrarios. Al explicar el cuarto rasgo -las contradicciones internas implícitas en los objetos y fenómenos -, se limitó a hablar de la lucha de los contrarios sin mencionar su unidad. De acuerdo con la ley de la unidad de los contrarios -la ley fundamental de la dialéctica -, los contrarios están en lucha pero al mismo tiempo conforman una unidad; se excluyen mutuamente pero también están vinculados entre sí y, en determinadas condiciones, se transforman el uno en el otro.

La cuarta edición del Diccionario filosófico abreviado, redactado en la Unión Soviética, refleja en su definición de la „identidad“ este punto de vista de Stalin. El diccionario dice: „Fenómenos tales como la guerra y la paz, la burguesía y el proletariado, la vida y la muerte, no pueden ser idénticos, porque son radicalmente contrarios y se excluyen mutuamente.“ Esto quiere decir que tales fenómenos radicalmente contrarios, en vez de tener una identidad marxista, sólo se excluyen entre sí, no están mutuamente vinculados ni pueden, en determinadas condiciones, transformarse el uno en el otro. Tal afirmación es por completo errónea.

Según la opinión de ellos, la guerra es la guerra y la paz, la paz, sin que entre una y otra haya conexión alguna sino simple exclusión mutua; la guerra no puede transformarse en paz, ni viceversa. Lenin citó una vez las siguientes palabras de Clausewitz: „La guerra es la continuación de la política por otros medios.“iv La lucha en los tiempos de paz es política, y lo es también la guerra, aunque valiéndose de medios especiales. La guerra y la paz se excluyen mutuamente y al mismo tiempo están interconectadas ; además, en determinadas condiciones, la una se transforma en la otra. Si la guerra no se incubara en los tiempos de paz, ¿cómo podría estallar de repente? Y, si durante la guerra no se incubara la paz, ¿cómo podría ésta llegar súbitamente?

Si la vida y la muerte no pudieran transformarse la una en la otra, cabría preguntar: ¿De dónde salieron entonces los organismos vivos? En un principio, en la Tierra sólo existía materia inerte; la materia viva apareció más tarde, gracias a las transformaciones operadas en la materia inerte, es decir, en la materia muerta. En todos los organismos vivos tiene lugar el metabolismo, tiene lugar el crecimiento, la reproducción y la muerte. En el proceso total de la existencia, vida y muerte incesantemente luchan entre sí y se transforman la una en la otra.

Si la burguesía y el proletariado no pudieran transformarse el uno en el otro, ¿cómo se explicaría que el proletariado se transforme, por medio de la revolución, en clase dominante y la burguesía pase a ser clase dominada? Por ejemplo, nosotros y el Kuomintang de Chiang Kai-shek estábamos en posiciones diametralmente opuestas. Como resultado de la lucha y la exclusión mutuas de los contrarios, nosotros y el Kuomintang cambiamos de posición: Este pasó de dominante a dominado y nosotros, de dominados a dominantes. De los kuomintanistas, sólo un décimo huyó a Taiwán, mientras que nueve décimos se quedaron en la parte continental. A éstos los estamos remodelando, lo cual supone una unidad de contrarios en nuevas condiciones. En cuanto a ese décimo que está en Taiwán, sigue formando con nosotros una unidad de contrarios y también lo transformaremos a través de la lucha.

A Stalin se le escapó la conexión existente entre la lucha y la unidad de los contrarios. La mentalidad de ciertas personas en la Unión Soviética es metafísica; es tan rígida que, para ellas, esto es esto y lo otro es lo otro, sin que reconozcan la unidad de los contrarios. De ahí sus errores en lo político. Nosotros, por nuestra parte, nos atenemos firmemente al concepto de la unidad de los contrarios y adoptamos la política de „Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas“. Cuando se abren flores fragantes, es inevitable que aparezcan hierbas venenosas. Esto no tiene nada de temible y hasta es provechoso en determinadas condiciones.

La existencia de ciertos fenómenos es inevitable por un tiempo; pero, luego de que éstos se manifiestan, se encuentra la solución. Veamos un caso: Antes se mantenía un control muy rígido sobre el repertorio de las obras teatrales, prohibiendo tales o cuales piezas. Ahora, al levantarse las prohibiciones, toda clase de monstruos y demonios como las óperas La jofaina negra y El merecido castigo de fulminación han aparecido en nuestros escenarios. ¿Qué hacer ante estos fenómenos? A mi juicio, es bueno que hayan subido a las tablas. Existe una cantidad de personas que nunca han visto piezas de monstruos y demonios; al ver imágenes tan repugnantes, se darán cuenta de que han sido puestas en escena cosas indebidas. Entonces sí se puede proceder a criticar y reformar esas obras o a prohibir su presentación. Se dice que algunas piezas de óperas locales son tan malas que hasta los mismos lugareños las reprueban. Me parece que no está mal representar unas cuantas de esas piezas. Que sea la práctica la que se encargue de establecer si ellas pueden o no obtener carta de ciudadanía y con cuánto público cuentan; no hay necesidad de apresurarse a prohibirlas.

Hemos decidido ahora ampliar la circulación de Noticias de Referencia incrementando su tirada de dos mil a cuatrocientos mil ejemplares, de modo que tengan acceso a este boletín más personas de dentro y de fuera del Partido. Este es un periódico que edita el Partido Comunista en sustitución del imperialismo y que inserta hasta declaraciones reaccionarias en que se nos denuesta. ¿Por qué procedemos de esta manera? El objetivo es templar a nuestros camaradas, a las masas populares y a las personalidades democráticas enfrentándolos con hierbas venenosas, con cosas no marxistas y aun antimarxistas. No hay que bloquearlas; justamente lo peligroso sería bloquearlas. A este respecto, procedemos de manera distinta que los soviéticos. ¿Para qué se aplica una vacuna? Para provocar una determinada inmunidad en el organismo humano introduciéndole artificialmente cierto virus, que ha de librar una „guerra bacteriológica“ contra la persona. La distribución de Noticias de Referencia y la publicación de otros materiales negativos constituyen una „vacuna“ que fortalecerá la inmunidad política de los cuadros y las masas.

Las aseveraciones perjudiciales debemos refutarlas enérgica y oportunamente. Por ejemplo, el artículo „Sobre `lo inevitable‘ „, aparecido en Diario del Pueblo, sostiene que los errores cometidos en nuestro trabajo no son inevitables y que nosotros nos valemos del término „inevitable“ a manera de excusa para justificar nuestros errores. Esta es una afirmación perjudicial; tal vez hubiera sido mejor no publicar ese artículo. Pero, ya que se decidió publicarlo, debió haberse preparado una refutación oportuna, que entonara un coro contrario. En el proceso de nuestra revolución y construcción, siempre ha sido inevitable cometer algunos errores, como lo ha demostrado la experiencia. El artículo „Una vez más sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado“ versa justamente sobre un importante caso de inevitabilidad. ¿A cuál de nuestros camaradas le gusta cometer errores? Los errores sólo llegamos a entenderlos después de cometidos, y antes de ello todo el mundo se considera a sí mismo ciento por ciento marxista. Claro que no debemos hacernos la idea de que, siendo inevitable incurrir en errores, no tiene importancia cometer algunos. Pero, al mismo tiempo, reconozcamos que es realmente imposible evitar todo error en nuestro trabajo. La cuestión es conseguir que los errores disminuyan en número y sean de menor gravedad.

Definitivamente hay que barrer con las tendencias malsanas que se observen en la sociedad. Sea dentro del Partido, entre las personalidades democráticas o entre los jóvenes estudiantes, se debe barrer con toda tendencia malsana, es decir, con todo aquello que no sea simples errores de unos cuantos individuos sino que haya tomado cuerpo como tendencia. El método que conviene emplear es el del razonamiento. Siempre que el razonamiento sea convincente, se puede barrer con toda tendencia malsana. Si, en cambio, carece de fuerza persuasiva y se limita a unas cuantas palabras injuriosas, la tendencia malsana crecerá cada vez más. En el caso de problemas de gran importancia, debemos estar bien preparados para publicar, en el momento en que estemos seguros de vencer, artículos de refutación que sean del todo convincentes. Que los secretarios de comités del Partido se ocupen personalmente de los periódicos y escriban artículos.

De los dos términos que se contraponen y luchan entre sí dentro de un todo único, siempre hay uno que es el principal y otro, el secundario. Naturalmente, en nuestro país de dictadura proletaria, no debemos tolerar que cundan las hierbas venenosas. Sea en el Partido o en los campos del pensamiento y del arte y la literatura, estamos llamados a esforzarnos por que la posición principal y dominante la ocupen las flores fragantes, el marxismo. Las hierbas venenosas todo lo que no es marxista o es antimarxista -deben ser mantenidas en la posición de cosas dominadas. En cierto sentido, esto podría compararse a la relación que dentro de un átomo existe entre el núcleo y los electrones. El átomo se divide en dos partes: núcleo y electrones. El núcleo es muy pequeño, pero su peso es bastante grande. Los electrones son muy livianos; un electrón pesa alrededor de una milochocentava parte del núcleo más liviano. El núcleo, divisible también, posee, sin embargo, una estructura bastante sólida. Los electrones, en cambio, son relativamente propensos al „liberalismo“, pueden escaparse unos y venir otros. La relación entre el núcleo y los electrones también es de unidad de dos términos contrarios, siendo uno de ellos el principal y el otro el secundario. Miradas las cosas con esta óptica, „Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas“ resulta ventajoso y en modo alguno perjudicial.

Quinto. El problema de los desórdenes. El hecho de que en la sociedad socialista unas cuantas personas promuevan desórdenes, es un nuevo problema que merece ser estudiado con seriedad.

En la sociedad, toda cosa constituye una unidad de contrarios. La sociedad socialista es también una unidad de contrarios, y en ella hay unidad de contrarios en el seno del pueblo y la hay entre nosotros y el enemigo. La razón fundamental de que en el país todavía se presenten desórdenes promovidos por unas cuantas personas es que aún existen en nuestra sociedad diversos tipos de términos opuestos -los positivos y los negativos -y clases, personas y opiniones contrarias.

Hemos cumplido en lo fundamental la transformación socialista de la propiedad sobre los medios de producción, pero subsisten la burguesía, los terratenientes y los campesinos ricos, así como tiranos locales y contrarrevolucionarios. Ellos conforman las clases expropiadas y son objeto de nuestra opresión. Sienten odio y, en muchos de ellos, este odio estalla en la primera oportunidad. Cuando se produjeron los acontecimientos de Hungría, alimentaron la esperanza de que Hungría se hundiera en el caos y pensaron que lo mejor sería que China corriera idéntica suerte. Esto se halla determinado por su naturaleza de clase.

También son contrarios a nosotros los peregrinos comentarios de algunas personalidades democráticas y profesores de cátedra. Ellos preconizan el idealismo, y nosotros preconizamos el materialismo. Dicen que el Partido Comunista es incapaz de dirigir el trabajo científico, que el socialismo no tiene ninguna superioridad y que la cooperativización es una cosa muy mala. Nosotros, en cambio, decimos que el Partido Comunista es capaz de dirigir el trabajo científico, que la superioridad del socialismo es un hecho y que la cooperativización es una cosa muy buena.

Son contrarios a nosotros, además, no pocos estudiantes. La gran mayoría de los estudiantes universitarios de hoy proceden de familias pertenecientes a las clases explotadoras, y no es nada extraño que entre ellos haya quienes se nos oponen. Existe gente así en Pekín, en Shichiachuang y también en otros lugares.

En el ámbito social hay incluso personas que tildan de „momias“ a nuestros comités provinciales. ¿Es cierto que son momias? A mi parecer, su vida ni siquiera ha cesado y, entonces, ¿cómo se puede decir que son momias? Eso de tildar de „momias“ a los comités provinciales y nuestra afirmación de que no lo son, constituyen también opiniones contrarias.

En el seno de nuestro Partido, a su vez, se aprecian diversas opiniones enfrentadas. Por ejemplo, ante el hecho de que el XX Congreso del PCUS ha propinado a Stalin un mazazo para acabar con él, existen dos opiniones opuestas: una en contra y otra a favor. En el Partido surgen constantemente opiniones diferentes. Se logra la unanimidad y, al mes o a los dos meses, aparecen nuevas divergencias.

En la manera de pensar de los hombres, la búsqueda de la verdad en los hechos y el subjetivismo están en oposición. Pienso que habrá subjetivismo todos los años. ¿No habrá ni un ápice de subjetivismo de aquí a diez mil años? No lo creo.

En cada fábrica, cada cooperativa, cada centro docente, cada organización, cada familia, en una palabra, en todo lugar y en todo tiempo, existen aspectos contrarios. Por eso, todos los años han de ocurrir desórdenes provocados por un pequeño número de gente en la sociedad.

Ahora bien, ¿debemos tener miedo o no a los desórdenes? I Sería un poco paradójico que los comunistas, que nunca hemos temido al imperialismo, ni al Kuomintang de Chiang Kai-shek, ni a la clase terrateniente, ni a la burguesía, fuéramos a temer ahora a desórdenes estudiantiles y tumultos campesinos en las cooperativas! A los desórdenes promovidos por las masas sólo les tenían miedo Tuan Chi-yui y Chiang Kai-shek. Así sucede también con cierta gente de Hungría y la Unión Soviética. Ante los desórdenes suscitados por unas pocas personas, debemos asumir una actitud dinámica y no pasiva, es decir, no temerlos sino prepararnos para enfrentarlos. El miedo no ofrece ninguna salida. Mientras más miedo tiene uno, más lo acosa el fantasma. No temer a los disturbios y prepararse espiritualmente es la única manera de no verse en aprietos. Considero que debemos estar listos para encarar incidentes graves. Si usted cuenta con la debida preparación, es posible que no se produzcan ; pero si no, los desórdenes se producirán.

El desarrollo de las cosas no puede darse más que en dos sentidos: el favorable y el desfavorable. Al enfocar tanto los problemas internacionales como los internos, debemos tener en cuenta ambas posibilidades. Uno puede opinar que este año será de paz, y tal vez lo sea efectivamente. Pero no estaría bien cimentar el trabajo en semejante cálculo, pues es más aconsejable basarse en la hipótesis de lo peor. En el terreno internacional, lo peor no pasaría de ser el estallido de una guerra mundial y el lanzamiento de bombas atómicas y, en el interno, un gran desorden a escala nacional semejante a lo acontecido en Hungría, desorden en que varios millones de habitantes se levantaran contra nosotros, ocuparan cientos de distritos e incluso cayeran sobre Pekín. Entonces lo único que tendríamos que hacer sería mudarnos nuevamente a Yenán, lugar de donde vinimos. Llevamos ya siete años en Pekín y, ¿qué más da si al octavo año se nos invita a volver a Yenán? ¿Se nos va a partir el corazón por esto y vamos a llorar a moco tendido? Claro está que por ahora no nos proponemos retornar a Yenán a la manera de esos guerreros que „volviendo grupas, se retiran luego de dar una finta“. Recuerdo que en el VII Congreso del Partido dije que debíamos prever diecisiete dificultades posibles, entre ellas la devastación de extensas zonas, graves calamidades naturales, la hambruna y la pérdida de todas nuestras cabeceras de distrito. Como habíamos hecho un cálculo tan completo, tuvimos siempre la iniciativa. Ahora, aunque hemos conquistado el Poder, debemos seguir enfocando las cosas en términos de la peor contingencia.

En algunos casos, los desórdenes ocasionados por un pequeño número de personas se deben al burocratismo y el subjetivismo de la dirección y a erróneas medidas de carácter político o económico. En otros casos, no se deben a medidas erróneas, sino a desaciertos cometidos al emplear métodos de trabajo demasiado rígidos. Hay todavía otro factor: la presencia de contrarrevolucionarios y elementos nocivos, En consecuencia, es imposible evitar por completo tales desórdenes, y henos aquí nuevamente ante la teoría de la inevitabilidad. Pero, siempre que no cometamos crasos errores de línea, no sucederán graves desórdenes de dimensión nacional. Aun en el supuesto de que, por haberse cometido tales errores, estallen desórdenes semejantes, creo que no tardarán en ser dominados y no conducirán a la ruina del país. Desde luego, si no hacemos bien nuestro trabajo, es muy posible que la historia retroceda en cierta medida, desandando un poco lo andado. Fue así como sucedió con la Revolución de 1911, que destronó a un emperador, pero luego vino otro y vinieron también los caudillos militares. La revolución se hace porque hay problemas por resolver, pero después de la revolución surgen nuevos problemas. Estoy seguro de que, si se presenta un gran caos nacional, las masas y sus dirigentes tal vez nosotros, tal vez otra gente -se adelantarán a arreglar la situación. Salido de un caos tan tremendo, exprimido el furúnculo, nuestro país quedará necesariamente más sólido. Suceda lo que suceda, China progresará.

Ante desórdenes como los suscitados por un pequeño número de gente, nuestra actitud debe ser, en primer lugar, no preconizarlos y, en segundo, dejar que los provoquen quienes se obstinen en ello. Nuestra Constitución consagra la libertad de manifestación. Aunque la libertad de huelga no está estipulada allí, tampoco hay prohibición al respecto, de donde se desprende que la huelga no es anticonstitucional. Si algunas personas quieren declararse en huelga o hacer reclamaciones, no está bien insistir en impedírselo. Mi opinión es que a todos los que deseen promover desórdenes se les permita esta actividad y que continúen en ella todo el tiempo que les dé la gana. Si no les basta un mes, que dispongan de dos; y, en fin, no se rematará el asunto hasta que sus promotores se consideren saciados. Si, en cambio, nos precipitamos a poner punto final al asunto, tarde o temprano los desórdenes estallarán de nuevo. No hay que declarar en vacaciones los centros docentes donde se armen alborotos, sino dejar que allí mismo se produzca la confrontación directa, tal como ocurrió en la encarnizada batalla de Chipi. ¿Qué ventajas ofrece tal manera de proceder? La de poner plenamente al descubierto los problemas existentes y distinguir lo justo de lo erróneo, de modo que todo el mundo pase por un proceso de temple y que los que carecen de razón, así como los elementos malvados, muerdan el polvo. Hay que asimilar este arte de dirigir y no mantener siempre tapados los problemas existentes. Tan pronto como otros comienzan a hacer comentarios peregrinos, o se declaran en huelga, o presentan reclamaciones, llegas tú y les respondes con un mazazo, pensando que en el mundo estas cosas no tienen razón de ser. Pero si tales cosas no tienen razón de ser, ¿cómo se explica su aparición? Es evidente que la tienen. Impón la prohibición de toda huelga, de toda reclamación, de todo comentario desfavorable y acude, contra viento y marea, a la represión, y llegará el momento en que la represión será tal que te convertirá en un Rakosi. Esto es así, hágase dentro o fuera del Partido. Mejor es dejar que salga a la luz todo comentario peregrino, toda cosa extraña y toda contradicción. Es imprescindible poner al descubierto las contradicciones y darles solución.

Los desórdenes deben ser clasificados en varios tipos y ser tratados en la forma correspondiente. Hay desórdenes justificados, en cuyo caso debemos reconocer nuestros errores y corregirlos. Hay desórdenes injustificados, a los que debemos responder con el rechazo. Los primeros, está bien que se produzcan; en cuanto a los segundos, no conducen a ninguna parte. Hay todavía otros desórdenes, que son en parte justificados y en parte injustificados. Frente a éstos, debemos aceptar lo que haya de correcto en ellos y criticar lo incorrecto, en lugar de retroceder paso tras paso y, olvidando los principios, acceder a todo reclamo. No debemos apelar con ligereza a las armas ni abrir fuego, a menos que se trate de una verdadera revuelta contrarrevolucionaria de gran envergadura, circunstancia en la cual es indispensable la represión armada. Un caso en el que se hizo uso de las balas fue el „incidente sangriento del 18 de marzo“v, provocado por Tuan Chi-yui, quien con ese acto se derribó a sí mismo. No debemos seguir su práctica.

Respecto a aquellos que han provocado desórdenes, conviene realizar un buen trabajo para desintegrarlos, distinguiendo entre la mayoría y el pequeño número. A la mayoría, hay que encauzarla y educarla como es debido y hacerla cambiar gradualmente de actitud, evitando que sean heridos sus sentimientos. A mi modo de ver, en todos los lugares, la gente ubicada en los dos términos polares es una minoría, mientras que la del centro constituye un gran número. Debemos ganarnos poco a poco a los elementos de centro; así tendremos la supremacía. A los elementos que hayan encabezado los desórdenes es menester analizarlos. Algunos de los que hayan tenido tal atrevimiento podrán, al ser educados, convertirse en hombres útiles. En lo tocante al reducido número de elementos malvados excepto aquellos que hayan incurrido en gravísimos crímenes -, no hay que detenerlos, encarcelarlos ni expulsarlos, sino dejarlos en las mismas entidades a las que pertenecen, despojarlos de todo su capital político, aislarlos y hacer uso de ellos como maestros por lo negativo. Si de buenas a primeras se los expulsa de determinada entidad, ésta quedará limpia, pero la medida no logrará la aprobación general. Expulsados de una entidad, tendrán que ser ubicados en otra. De esto se desprende que no es un buen método precipitarse a expulsarlos. Ellos representan a las clases reaccionarias; no se trata de un problema de unos cuantos individuos. Es cierto que tratarlos de esa manera simplista es un procedimiento expeditivo, pero, al mismo tiempo, nos impide sacar todo el provecho al papel que podrían desempeñar como maestros por lo negativo. En la Unión Soviética, cuando los universitarios arman alborotos, lo más socorrido es expulsar al pequeño número de dirigentes que los han encabezado, sin comprender que los fenómenos negativos pueden servir de materiales de enseñanza y ser utilizados por el pueblo. Naturalmente, es imprescindible ejercer la dictadura sobre el exiguo número de personas que promuevan revueltas contrarrevolucionarias como la de Hungría.

Debemos consentir que las personalidades democráticas canten en un tono distinto al nuestro, debemos ser audaces en permitir sus críticas. De no proceder así, nos asemejaríamos un tanto al Kuomintang, que tenía un miedo cerval a las críticas y andaba con el alma en vilo cada vez que sesionaba el Consejo Político Nacional. Las críticas de esas personalidades no pueden ser sino de dos tipos : las erróneas y las correctas. Las correctas nos permiten remediar nuestras deficiencias, mientras que las erróneas deben ser refutadas. En cuanto a elementos como Liang Shu-ming, Peng Yi-ju y Chang Nai-chi, dejemos que suelten sus pedos; esto nos favorecerá, porque, luego de olerlos, la gente juzgará si son aromáticos o hediondos y, a través de la discusión, podremos ganarnos a la mayoría y aislar a aquellos elementos. Si se empeñan en provocar disturbios, permitiremos que lo hagan hasta saciarse. Quien comete muchas injusticias busca su propia ruina. Cuanto más aberrantes sean sus opiniones y más graves sus errores, tanto mejor, pues así quedarán más aislados y educarán mejor al pueblo por lo negativo. Respecto a las personalidades democráticas, debemos adoptar la política de unidad y lucha y distinguir claramente los diferentes casos. En algunos, tomar medidas por iniciativa propia y, en otros, en lugar de madrugar al adversario, dejar que él se autodesenmascare, ganando así la iniciativa con un ataque posterior al suyo.

La lucha contra la ideología burguesa y contra los elementos malvados y sus fechorías será prolongada y durará decenios o hasta centenares de años. En su curso, la clase obrera, los demás trabajadores y los intelectuales revolucionarios irán adquiriendo experiencias y templándose, lo cual será de gran provecho.

Las cosas malas tienen un doble carácter: Son malas y buenas a la vez. Esto todavía no está claro para muchos camaradas. Las cosas malas llevan implícitos factores positivos. Considerar a los elementos malvados y sus fechorías como algo puramente malo, es abordar los problemas de modo unilateral, metafísico, es abordarlos con un enfoque no dialéctico, no marxista. Aunque, por un lado, los elementos malvados y sus fechorías son negativos, tienen un papel positivo por el otro. Hombres tan malos como Wang Ming desempeñan un buen papel como maestros por lo negativo. De igual modo, las cosas buenas encierran factores negativos. Por ejemplo, nuestras grandes victorias logradas en los siete años transcurridos desde la Liberación, sobre todo las del año pasado, se les subieron a la cabeza a algunos camaradas, que, mellados por el engreimiento, fueron cogidos por sorpresa al estallar de súbito los desórdenes provocados por unas cuantas personas.

La razón fundamental de que uno tenga miedo a los desórdenes y, al mismo tiempo, los trate de manera simplista, es que ideológicamente no reconoce que la sociedad socialista constituye una unidad de contrarios y que en ella existen contradicciones, clases y lucha de clases.

Durante largo tiempo, Stalin se mantuvo sin reconocer que en el sistema socialista subsisten la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y la contradicción entre la superestructura y la base económica. No fue sino en su obra Problemas económicos del socialismo en la URSS, escrita un año antes de su fallecimiento, en la que se refirió, pero à medias palabras, a la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas en el sistema socialista, afirmando que podrían surgir problemas si la política no era correcta o si faltaba una regulación apropiada. Sin embargo, ni siquiera entonces planteó como un problema que afectase a todo el conjunto la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y la contradicción entre la superestructura y la base económica en el sistema socialista, ni llegó a comprender que éstas son las contradicciones fundamentales que impulsan hacia adelante la sociedad socialista. El estimaba que el Estado bajo su dirección era ya estable y sólido. Por lo que a nosotros respecta, no debemos considerar que el nuestro sea ya estable y sólido, pues simultáneamente es y no es así.

Según la dialéctica, del mismo modo que el hombre tiene que morir tarde o temprano, también el sistema socialista, corno fenómeno histórico que es, ha de desaparecer un día, ha de ser negado por el sistema Comunista. Si uno afirmase que nunca desaparecerá el sistema socialista, ni las relaciones de producción y la superestructura socialistas, ¿en dónde habría dejado el marxismo? ¿No equivaldría esto a un dogma religioso, a la teología, que predica la eternidad de Dios?

Cómo tratar las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las existentes en el seno del pueblo en la sociedad socialista es una ciencia, una ciencia que merece ser estudiada concienzudamente. En las condiciones de nuestro país, la actual lucha de clases es, parcialmente, manifestación de las contradicciones entre nosotros y el enemigo, pero, en la mayoría de los casos, manifestación de las contradicciones en el seno del pueblo. Un reflejo de este estado de cosas son los desórdenes que ahora promueve un reducido número de personas. Suponiendo que el globo terrestre se destruya dentro de diez mil años, por lo menos durante estos diez mil años enteros habrá desórdenes. Pero no nos corresponde ocuparnos de asuntos tan lejanos como los que han de ocurrir en términos de diez mil años. Lo que nos incumbe es hacer serios esfuerzos por adquirir, en un período de varios quinquenios, las experiencias necesarias para tratar este problema.

Debemos reforzar nuestro trabajo y corregir nuestros errores y defectos. ¿Qué trabajo es el que debemos reforzar? El trabajo político e ideológico en todos los dominios : industria, agricultura, comercio, cultura y educación, ejército, gobierno y Partido. Actualmente, cuando todos ustedes se dedican a sus actividades profesionales, a sus respectivos asuntos relacionados con la economía, la cultura y la educación, la defensa nacional y la labor partidaria, sería muy peligroso que descuidaran el trabajo político e ideológico. Los camaradas dirigentes del Comité Central y de los comités provinciales, municipales y de región autónoma deben ocuparse personalmente del trabajo político e ideológico. En un período posterior a la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista de la Unión Soviética y los Partidos de algunos países de Europa Oriental dejaron de lado los principios fundamentales del marxismo. Tendieron un manto de silencio sobre la lucha de clases, la dictadura del proletariado, la dirección del Partido, el centralismo democrático, los vínculos del Partido con las masas, etc., y la atmósfera que allí se vivía era de escaso interés por estas cosas. Fue por eso que se produjeron los acontecimientos de Hungría. Nosotros hemos de atenernos firmemente a la teoría básica del marxismo. En todas las provincias, municipios y regiones autónomas es preciso emprender el trabajo teórico y preparar, en forma planificada, teóricos y críticos marxistas.

Hay que simplificar nuestro aparato. El Estado es un instrumento de la lucha de clases. La clase no equivale al Estado, que está formado por una parte (un reducido número) de los individuos integrantes de la clase dominante. Es cierto que el trabajo de los organismos estatales requiere determinado número de personas, pero tanto mejor cuanto más reducido sea. En la actualidad, el aparato estatal es un aparato hipertrofiado, de múltiples ramificaciones, y mucha gente se pasa el día entero en sus oficinas sin nada que hacer.

Este problema debe ser resuelto. Primero, hay que reducir el personal y, segundo, hacer los arreglos del caso para ubicar en forma debida a los trabajadores sobrantes. Es preciso proceder así en todos los organismos del Partido, el gobierno y el ejército.

Hay que ir a la base para estudiar los problemas. Espero que lo hagan los camaradas del Comité Central y los principales camaradas responsables de las provincias, municipios y regiones autónomas y de los diversos departamentos centrales. He oído decir que muchos camaradas dirigentes han dejado de ir a la base. Eso no está bien. Los organismos centrales son lugares donde se sufre mucho, porque en ellos no se puede obtener ni jota de conocimientos. Si ustedes desean obtener conocimientos, sepan que ninguno se logra permaneciendo apoltronados en las oficinas. Es de las fábricas, las cooperativas y los establecimientos comerciales de dónde salen realmente los conocimientos. Desde los escritorios es imposible formarse una clara visión de cómo manejar una fábrica, una cooperativa o un establecimiento comercial. Mientras más alta es una entidad, menos cosas se aprenden en ella. Si ustedes quieren resolver un problema, tienen que ir personalmente a la base, o invitar a que vengan a ustedes aquellos que trabajan allí. Nada podrán resolver si no hacen lo uno ni lo otro. Propongo que cada secretario de comité del Partido a nivel de provincia, municipio o región autónoma asuma, al mismo tiempo, el cargo de secretario del comité del Partido de un distrito, de una Fábrica o de un centro docente y que cada secretario de comité prefectural o distrital asuma el cargo de secretario del comité del Partido en cualquier entidad subordinada; así podrá adquirir experiencia y guiar el trabajo de conjunto.

Es preciso mantener estrechos vínculos con las masas. El que se divorcia de las masas y practica el burocratismo necesariamente sufre golpes. Por no haber hecho investigaciones, los dirigentes húngaros ignoraban el estado de ánimo de las masas y, en consecuencia, al sobrevenir los graves desórdenes, ni siquiera atinaron a comprender sus causas. Los dirigentes de algunos de nuestros departamentos centrales y de algunos comités del Partido provinciales, municipales y de región autónoma, ignoran en estos momentos la dinámica ideológica de las masas y no saben en absoluto que hay gente incubando desórdenes y motines; si sucede algo, se verán cogidos por sorpresa. Es necesario que escarmentemos. Los camaradas del Comité Central y los principales camaradas responsables de las provincias, municipios y regiones autónomas y de los diversos departamentos centrales deben invertir determinado tiempo del año en recorrer fábricas, cooperativas, establecimientos comerciales, centros docentes y otras unidades de base para hacer investigaciones y estudios y conocer claramente cuál es la situación que reina entre las masas, cuántos son los elementos avanzados, los intermedios y los atrasados y cómo marcha nuestro trabajo entre ellas ; de este modo se mantendrán al corriente de las cosas. Tenemos que apoyarnos en la clase obrera, en los campesinos pobres y campesinos medios inferiores y en los elementos avanzados. Tenemos que contar, de todos modos, con pilares de apoyo. Esta es la única manera de evitar acontecimientos parecidos a los de Hungría.

Sexto. El problema de la legalidad. A este respecto voy a detenerme en tres puntos imperativos : observar las leyes, eliminar a los contrarrevolucionarios y reafirmar los éxitos logrados en esta tarea de eliminación.

Hay que observar las leyes y no infringir la legalidad revolucionaria. El Derecho hace parte de la superestructura. Nuestras leyes han sido elaboradas por el propio pueblo trabajador y sirven para mantener el orden revolucionario y para proteger los intereses del pueblo trabajador, la base económica socialista y las fuerzas productivas. Exigimos a todos, y no sólo a las personalidades democráticas, que acaten la legalidad revolucionaria.

Hay que liquidar a los contrarrevolucionarios. En los lugares donde no se haya dado término al plan de trabajo para la eliminación de los contrarrevolucionarios, se lo debe terminar este año o, si queda algo pendiente, darle fin en el curso del próximo año. En aquellas entidades donde este trabajo fue comprendido pero no ha culminado aún, es indispensable ir eliminando, en medio de la lucha, a los contrarrevolucionarios restantes. Es necesario dejar fuera de toda duda que ya no son muchos los contrarrevolucionarios remanentes. Allí donde se produzcan desórdenes, las amplias masas no seguirán a la contrarrevolución ; los que la sigan no pueden sino constituir una pequeña parte, y eso sólo transitoriamente. Al mismo tiempo, es necesario dejar sentado que todavía existen contrarrevolucionarios y que aún no hemos terminado la tarea de eliminarlos.

Hay que reafirmar los éxitos logrados en la eliminación de los contrarrevolucionarios. Grandes son estos éxitos. También se perciben errores en esta labor, y la necesidad de tratarlos con toda seriedad se da por descontada. Debernos respaldar a los cuadros dedicados a ella, en vez de ablandarnos ante las primeras invectivas de algunas personalidades democráticas. Si lanzan insultos día tras día, si luego de hartarse de comer no tienen otra cosa que hacer sino eso, allá ellos. Pienso que mientras más injurien, mejor. Comoquiera que sea, los tres puntos que he señalado nunca podrán ser rebatidos con insultos.

El Partido Comunista ha sido blanco de no sé cuántos insultos. El Kuomintang nos tildaba de „bandidos comunistas“ y llamaba „elementos vinculados con los bandidos“ a los que mantenían contactos con nosotros. Pero los „bandidos“ resultaron mejores que los del Kuomintang, que no eran „bandidos“. Desde que el mundo es mundo, en su comienzo nada de lo avanzado ha sido aplaudido sino cubierto de invectivas. Desde su nacimiento, el marxismo y el Partido Comunista han sido objeto de injurias. Luego de transcurridos diez mil años, las cosas avanzadas serán también vilipendiadas al inicio.

Hay que persistir en eliminar a los contrarrevolucionarios. Todos los contrarrevolucionarios comprobados deben ser eliminados. Es necesario que acatemos nuestra legalidad, pero actuar conforme a la ley no significa atarnos de pies y manos. Es incorrecto dejar de eliminar a los contrarrevolucionarios atándonos de pies y manos.

Debemos actuar conforme a la ley y con las manos libres.

Séptimo. El problema de la agricultura. Debemos luchar por la obtención de una rica cosecha en el presente año. Si se la obtiene, la gente se sentirá imbuida de confianza y las cooperativas podrán alcanzar bastante solidez. En la Unión Soviética y en algunos países de Europa Oriental, la cooperativización trajo invariablemente aparejada la disminución de la producción cerealera durante varios años. Nosotros ya llevamos unos cuantos años realizando la cooperativización, y el año pasado le dimos un extraordinario impulso. Sin embargo, la producción no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado. La consecución de una nueva rica cosecha este año será un caso sin precedentes en la historia de la cooperativización y en la del movimiento comunista internacional.

Todo el Partido debe prestar seria atención a la agricultura. La agricultura es extremadamente importante para la economía nacional y la vida del pueblo. Hay que tener presente el gran peligro que encierra desatender el problema de los cereales. Si se lo desatiende, tarde o temprano se producirá un gran caos bajo los cielos de China.

En primer lugar, de la agricultura depende el problema de cubrir las necesidades de los 500 millones de habitantes del campo en grano, carne y aceite comestible, así como el problema del autoconsumo de otros productos agrícolas de primera necesidad. Es inmensa la porción de productos agrícolas que se requiere para el propio abastecimiento de los campesinos. El año pasado, por ejemplo, de los 360.000 millones y tantos de jin de cereales, la parte destinada al mercado, incluidos los cereales entregados como impuesto, sólo llegó a unos 80.000 millones de jin, lo que equivale a menos de un cuarto del total; los tres cuartos restantes se destinaron al consumo de los campesinos. Siempre que la agricultura se desarrolle con éxito y los campesinos logren autoabastecerse, habrá estabilidad entre los 500 millones de habitantes rurales.

En segundo lugar, de la agricultura depende también el problema de alimentar a la población de las ciudades y de las zonas industriales y mineras. Sólo el aumento de la producción agrícola destinada al mercado permitirá la satisfacción de las necesidades de la población industrial y el consiguiente desarrollo de la industria. Se debe elevar paulatinamente, sobre la base del desarrollo de la producción agrícola, el porcentaje de comercialización de los productos agrícolas, en particular de los cereales. Bastará que el problema de la alimentación sea resucito para librarse de todo temor de que un pequeño número de gente arme desórdenes en algunos centros docentes o fábricas.

En tercer lugar, la agricultura es la principal fuente de materias primas para la industria ligera y, al mismo tiempo, el campo constituye para ésta un importante mercado. Sólo el desarrollo de la agricultura podrá asegurar a la industria ligera suficientes materias primas y un amplio mercado para sus productos.

En cuarto lugar, las zonas rurales constituyen un importante mercado también para la industria pesada. Por ejemplo, los fertilizantes químicos, la maquinaria agrícola de todo género y una parte de la energía eléctrica, del carbón y del petróleo, se producen con destino a las zonas rurales. Los ferrocarriles, las carreteras y las grandes obras hidráulicas sirven, entre otras ramas, a la agricultura. Gracias a la economía agrícola socialista que hemos implantado, el campo se ha convertido en un inmenso mercado que contribuirá al desarrollo tanto de la industria ligera como de la pesada.

En quinto lugar, los principales productos de exportación son en la actualidad productos agrícolas. Con las divisas que se obtienen a cambio de estos productos podemos importar toda clase de equipos industriales.

En sexto lugar, la agricultura constituye una importante fuente de acumulación. Al desarrollarse, podrá proporcionar fondos aún mayores para el desenvolvimiento de la industria.

Por lo tanto, en cierto sentido puede decirse que la agricultura es la industria misma. Es necesario convencer a los diversos departamentos encargados de la industria de que pongan sus ojos en el campo y presten apoyo a la agricultura. Si se quiere llevar la industrialización a feliz término, es menester proceder así.

¿Cuáles deben ser los porcentajes más apropiados que, del total de los ingresos de las cooperativas, se destinen a la acumulación para la propia agricultura y a la acumulación del Estado? Sírvanse ustedes estudiarlo y definir, mediante discusiones, estos porcentajes.

El objetivo que perseguimos es lograr que la agricultura amplíe su reproducción, ofrezca un mercado todavía más grande a la industria y se convierta en una fuente mayor de acumulación. Una mayor acumulación para la industria sólo es posible previo aumento de la acumulación para la propia agricultura. Una acumulación en la agricultura hecha exclusivamente para la industria, dejando escasa o ninguna acumulación para la agricultura misma, sería como vaciar el estanque para coger los peces y, al contrario de lo esperado, redundaría en perjuicio del desarrollo de la industria.

También es menester prestar la debida atención a la correlación proporcional entre la acumulación de las cooperativas y los ingresos de sus miembros. Las cooperativas deben utilizar la ley del valor para hacer el cálculo económico y trabajar con laboriosidad y economía a fin de aumentar paso a paso su acumulación. Si este año se obtiene una abundante cosecha, la acumulación debe aumentar un poco sobre la del año pasado, pero no en demasía, pues es preferible dejar que los campesinos tengan algo más para comer. La acumulación puede ser un poco mayor en los años de buena cosecha y, en los de graves o leves calamidades naturales, reducirse a cero o a un poco menos de la anterior. Esto quiere decir que la acumulación debe ser ondulante o, dicho de otro modo, en forma de espiral. Como toda cosa en el mundo constituye una contradicción, una unidad de contrarios, su movimiento y su desarrollo se producen siempre a modo de ondas. Los rayos del sol se llaman ondas luminosas, lo que utiliza la radio para sus emisiones lleva el nombre de ondas hertzianas, y lo que transmite el sonido, ondas acústicas. Hay ondas de agua y ondas de calor. En cierto sentido, puede decirse que la acción de caminar se hace en forma de ondas, pues es esto lo que implica el dar un paso primero y después otro. La ópera se canta en forma ondulante, pues no se entona la segunda frase melódica sino después de la primera, siendo imposible cantar siete u ocho frases sin tomar aliento. La acción de escribir también se efectúa a modo de ondas, pues los caracteres se escriben uno por uno y no se puede poner centenares de caracteres de un plumazo. He aquí la naturaleza zigzagueaste del movimiento contradictorio de las cosas.

En resumen, se impone proceder con arreglo a la dialéctica. A mi modo de ver, todo el Partido debe estudiar la dialéctica y promover la práctica de obrar conforme a ella. Todo el Partido debe prestar suficiente atención al trabajo ideológico y teórico, forjar un contingente teórico marxista y reforzar el estudio y la propaganda de la teoría marxista. Hay que aplicar la teoría marxista de la unidad de los contrarios para observar y abordar los nuevos problemas relativos a las contradicciones de clase y a la lucha de clases en la sociedad socialista, así como los nuevos problemas que surjan en las luchas a nivel internacional.

iV. I. Lenin : Resumen del libro de Hegel „Ciencia de la lógica“.

iiV. I. Lenin : En torno a la cuestión de la dialéctica.

iiiKarl von Clausewitz (1780-1831), célebre tratadista militar burgués de Alemania. Su obra principal es De la guerra. En cuanto al comentario de Stalin sobre Clausewitz, se halla en su „Respuesta a una carta del camarada Razin“.

ivV. I. Lenin : La guerra y la revolución.

vEl 18 de marzo de 1926, varios miles de obreros, estudiantes y vecinos de Pekín celebraron, frente a Tienanmen, un mitin de protesta contra la descarada intervención en los asuntos de China perpetrada ese año por el Japón, en colusión con Inglaterra, EE.UU. Y otros cinco países. Cuando los manifestantes llegaron a la sede del gobierno, Tuan Chi-yui, jefe en ese entonces del gobierno de los caudillos militares del Norte, ordenó a la guardia abrir fuego contra ellos, provocando así este incidente sangriento.